Dramamá: Mi hija airea todas nuestras intimidades por ahí

 

Lo leí una vez en un post de Instagram, creo, y decía algo así como: ‘Niños. Te pasas dos años deseando que aprendan a hablar y luego todo el día deseando que se callen’.

Pues, a ver, por supuesto que estaba deseando que mi niña aprendiera a hablar, pero, al menos al principio, nunca sentí el deseo de que se callara la boca. Pobrecita mía.

No obstante, los meses fueron pasando, ella cada vez se iba expresando mejor y… ahora sí que reconozco que hay días en los que desearía que se hubiera callado un poquito.

No porque me moleste ni porque me irrite. De hecho, me encanta escucharla y hablar con ella.

Lo que ya me toca un poco la moral es lo que habla cuando está en la escuela infantil. O en el parque. En casa de los abuelos. Etc.

Porque, desde que sabe hablar, mi hija airea todas nuestras intimidades por ahí.

 

En serio, es más grave de lo que pueda parecer.

Dramamá: Mi hija airea todas nuestras intimidades por ahí
Foto de Pixabay en Pexels

Algunas cosas no tienen la más mínima importancia, incluso son graciosas.  Sin embargo, hay otras que… joé, me cago en la niña y en su perfecta dicción.

Yo no era consciente de lo que rajaba hasta un día que, al recogerla en la escuela y charlando con su profe de no sé qué trastada que había hecho, me dijo ‘ya, ya nos contó que os habíais enfadado mucho y que se había quedado sin chocolate un mes’.

Sí, nos habíamos enfadado mucho, pero eso de quedarse sin chocolate un mes, era en realidad un ‘te quedas sin esa moneda de chocolate por haberle pegado y birlado a tu primo la suya’.

Así que me di cuenta de que no solo largaba todo lo que le venía a la mente sin filtro ninguno, sino que también le daba su toque personal a las historias que contaba.

Lo del filtro imagino que a tan temprana edad directamente es que aún no lo tienen puesto.

En cuanto a lo de inventar, supongo que también es natural.

A raíz de aquel evento empecé a ver con otros ojos, o escuchar con otros oídos, todo lo que cuenta en casa, que no es poco. No sé cómo no pensamos que lo lógico es que fuera igual de charlatana en otros entornos y cuando no está con nosotros. Porque la verdad es que suele contarnos que tal profe tiene un bebé en la barriga, que tal niño se hizo caca encima o que el abu se escapa al tendedero para fumar…

Dramamá: Mi hija airea todas nuestras intimidades por ahí
Foto de Ksenia Chernaya en Pexels

Esta niña tiene mucho peligro, de verdad lo digo.

Por una parte, me gusta que sea así porque puedo confiar en que si le pasa algo o ve algo que no debiera, nos lo va a contar.

Pero, por otra, vivo con el miedo de lo que pueda contar por ahí adelante.

Ya nos ha dejado con el culo al aire alguna que otra vez. Y sabe dios cuántas más habrá de las que no me he enterado.

Dramamá: Mi hija airea todas nuestras intimidades por ahí

 

Dramamá: Mi hija airea todas nuestras intimidades por ahí
Foto de Alexander Dummer en Pexels

Como, por ejemplo, el día que le contó a otras madres en el parque que el día anterior me había echado un pedo tan terrible que hubo que abrir las ventanas (hemos cambiado de parque, obviamente). El que le dijo a mi suegra que no habíamos ido a su casa a comer porque mamá y papá estaban enfadados, cuando la versión oficial era que me habían cambiado el turno en el trabajo. El que le soltó a la pediatra que come verduras en el cole, pero que en casa no, porque sus padres no las saben hacer. O el que le cascó a su tía que el libro que le regalamos por su cumple se lo había traído Papá Noel a su madre, pero, como no le había gustado, lo habían vuelto a envolver para ella. ¡Si es que la niña está a todo!

Total, que es como tener a un agente doble infiltrado en casa.

Nos hemos visto obligados a medio hablar en clave, no vaya a ser que pille algo que no tiene que pillar y lo difunda por ahí después de versionarlo a su manera.

Hemos intentado sutilmente que entienda que lo que pasa en casa, se queda en casa. Que es como Las Vegas, leñe.

Pero apenas tiene tres añitos, memoria selectiva y una enorme capacidad de distracción.

Y, claro, así nos va.

 

Anónimo

 

 

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