Soy una mujer de treinta y ocho años, madre de una niña de nueve y felizmente divorciada desde hace cuatro, que, en los últimos tiempos, ha vuelto a recuperar la confianza en el amor. Esos son los números que mejor resumen mi situación actual.

Las cosas me van bien, no me puedo quejar. Aunque llevo unas semanas un poco raras porque me encuentro ante un dilema importante. Resulta que, por primera vez desde que me separé, tengo una relación seria. Y estoy emocionada e ilusionada y creo que ha llegado el momento de que mi hija conozca a quien ya considero mi pareja.

No lo he hecho antes porque no quería marearla. Quería esperar a estar segura de la relación, aunque soy consciente de que esperar no es garantía de que no se vaya a acabar mañana mismo.

El tema es que ahora quiero que lo conozca e introducirlo en nuestra vida de forma paulatina. Por lo que hace una semana que decidí dejarle pistas a la niña para que ella sola atara cabos y todo fluyera con naturalidad.

No estoy segura de cómo había esperado que reaccionara, pero no como lo hizo, desde luego. Porque mi hija me ha prohibido tener novio. Y eso que solo le dije que tenía un amigo que se había convertido en un amigo especial. De primeras no hizo ningún comentario. Se quedó muy seria, callada y cabizbaja. Hizo como que seguía con sus deberes de matemáticas y luego directamente se marchó a su habitación. Fue al día siguiente cuando, en mitad de la cena, me dijo que seguía enfadada y que me prohibía expresamente tener novio.

Dramamá: Mi hija me ha prohibido tener novio
Foto de BrotherXs photo en Pexels

Y yo, que soy la adulta, tuve que disimular el coraje que me dio su actitud. No me lo podía creer. O sea que su padre podía volver a casarse y seguir procreando sin que ella dijera ni mu, pero yo no podía tener novio. Increíble. ¿Por qué me hacía eso?

Lo entendí en la siguiente ocasión que me atreví a sacar el tema. Cuando la niña se puso a llorar y a pedirme que por favor no me buscara otra familia y la abandonara… como había hecho papá. Si quedaba algo del malestar que me había provocado, se volatilizó todo en ese momento. De hecho, me quise morir un poco y me sentí como una auténtica mierda.

 

No es que mi hija no quiera que sea feliz, es que tiene miedo de que me deshaga de ella. De quedarse relegada a un segundo plano. De convertirse en la hija de quita y pon, la que va y viene y no termina de tener un puesto definido. Que es justo lo que siente cuando está con su padre y su nueva familia.

Así que ahora vamos a ir más despacio si cabe, porque mi relación de pareja es importante, pero que mi hija confíe en que, para mí, jamás habrá nadie por encima de ella, lo es muchísimo más.

 

Celia

 

Envíanos tus Dramamás a [email protected]

 

Imagen destacada