Los niños son esponjas y lo cogen todo al vuelo.

Tanto mi suegra como mi madre se están quedando con la niña ahora que no hay comedor en el cole y me daba cosa que no se portaba bien a la hora de comer.

Tiene cuatro años y en el cole siempre me comentaban que no comía nada. No le gustaban las verduras, se ponía potrosa cuando había pescado y la carne tenía que estar cortada con un sable láser porque se le hacía bola.

El caso es que en casa no se ponía tan tiquismiquis. He decir que no soy buena cocinera y tiro mucho de la freidora de aire y de cositas fáciles y rápidas, pero conmigo cenaba bien.

Como en el cole comía tan mal, cuando empezaron a quedárselas las abuelas, pensaba que tendrían problemas, pero resulta que ambas tienen una metodología mágica.

No me han querido decir quién fue la inventora del truco, pero cuando llegaba la hora de comer, la nena se ponía a llorar y decía todo lo que no quería, y entonces le dijeron una vez: “Vas a comer pollas en vinagre”.

Esa frase es muy de abuela y seguro que lo dijeron hartas de verla patalear. Me encantaría saber qué pasó por la mente de mi hija, pero desde ese momento se lo come todo. Ambas abuelas dicen que da gusto verla comer y que es ella la que pide qué le apetece cada día.

La cosa está en que a mí no me habían dicho su truco y el sábado le pregunté que quería que le preparase y me dijo súper alegre: “pollas en vinagre.”

Estuve un buen rato riéndome, pero la gracia está es que le pongas lo que le pongas, si le dices que son “pollas en vinagre”, se lo come. ¡Ahora siempre quiere el mismo plato!

Igual le han dicho que es un menú mágico que se transforma según lo que quieras comer y por eso cada día es diferente, pero mantiene el mismo nombre.

Me da cosa que llegue al colegio diciendo que quiere comer esa maravilla, pero la verdad es que ahora da gusto. Come gazpacho, arroz, puré de verduras, pescado de cualquier tipo, alitas de pollo que se las come sola….

Mis amigas dicen que debería reñir a las abuelas porque la niña dice una palabrota, pero es que me la han reeducado culinariamente hablando y tampoco lo veo tan dramático. Eso sí, le tendré que decir que en el comedor no hace falta que pida la comida, que ya he hablado con la cocinera para que le ponga su ración de “pollas en vinagre”.

 

Anónimo

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