¡Qué aburrida estoy de las advertencias de algunos cuando ven que estás esperando un bebé! Me pone realmente nerviosa la gente que te ve feliz con tu bombo y parece tener la necesidad de explotar tu burbuja con tonterías del tipo “¡uy! pues duerme ahora que después se acabó la paz”, “¿y tú trabajo? Mira que mantener un crío es carísimo”…

En serio, ¿de cuántas maneras hay que repetir que para decir estupideces es mejor cerrar el pico? Y no quiero parecer insolente, pero una se harta ya de escuchar según qué obviedades como si nos estuvieran descubriendo la pólvora. Que si soy una mujer madura y futura madre, lo mismo sí que he valorado la situación y cómo la voy a gestionar.

¡Anda! ¿pero de verdad tener un bebé sale caro? Y yo que pensaba que se alimentaban del aire y que los pañales los subvencionaba el Gobierno (que, dicho sea de paso, no sería mala idea esto último, ¿eh?). Pero sin lugar a dudas el que más gracia me hace es el consejo por excelencia, TÚ DUERME CUANDO EL BEBÉ DUERMA.

Lo mejor de todo es que los primeros días lo intentas, y cada vez que ves al churumbel descansando tan plácidamente decides que tú debes hacer lo mismo. Pero no. En serio lo digo, yo no conozco a ninguna mamá con mil cosas en la cabeza con la capacidad de cerrar los ojos y dormir sin pensar en nada más.

Si aquí una servidora se puso a ello y lo más que consiguió fue cabrearse con la vida, porque mientras mi peque lo único que tenía que hacer en este mundo era comer, cagar y dormir, yo no dejaba de repasar cada una de las tareas que podía estar adelantando en ese rato en el que lo último que quería era dormir. Estoy aquí tumbada cuando podría estar dándome un baño de espuma en condiciones, o recogiendo el desaguisado que es ahora mismo el salón, por ejemplo.

Porque por mucho que nuestras parejas se impliquen al doscientos por cien en esto de la crianza y limpieza de la casa, las hormonas del posparto no comprenden de delegar y lo tu cuerpo te va a pedir en ese momento va a ser apegarte a tu bebé y mantener el nido en perfectas condiciones.

Pero es que no solo de la limpieza se preocupa una. Cuando te conviertes en mamá lo que más puede ansiar una mujer es un segundo para una misma. Sin niños que se te cuelguen de la teta, sin llantos, sin prisas… Así que pasados unos días de fallidos intentos por equiparar tu sueño al del bebé, de pronto te das cuenta de que esos momentos te los vas a dedicar a ti y solamente a ti.

Que si ese día te apetece dormir, pues duermes. Pero si lo que quieres es leer un libro, o ver algún capítulo de esa serie de Netflix que has dejado en el olvido, o sencillamente poner música y bailar para desestresarte… ¿Por qué tenemos que dormir con todo lo que hemos dejado a un lado por ser madres?

No hace muchos días mi pareja me preguntaba por qué algunas noches decidía no acostarme temprano. ¡Ay amigo! Yo he aprendido a valorar la vida nocturna. Puedo hacer mil cosas con la libertad que me da una peque completamente dormida, puedo ver en televisión cualquier programa sin que nadie me recrimine que no sean dibus, puedo terminar de leer libros sin que una pequeña personita salte sobre mi mil veces… ¿continúo?

Cuando cae la noche parece que la realidad adulta vuelve a ser la que era. Mientras los niños duermen la casa deja de ser de su total dominio y, aunque sea por unas horas, somos los padres los jefes. Hay tantísimos planes maravillosos que tan solo puedo llevar a cabo a la luz de la luna…

Por supuesto que hay que valorar las buenas intenciones en el consejo sobre el descanso, al final dormir también es imprescindible y cuidar de una criatura habiendo trasnochado es peor que una tortura. Pero dejemos ya de querer entrometernos en las decisiones de los demás. Mientras mi bebé descansa yo haré lo que me pida el cuerpo, que lo mismo esa media horita de siesta yo prefiero destinarla a cagar tranquila sin que mi retoño venga a entrevistarme sobre ello.