¿Sabéis eso de que «El amor llega cuando menos te lo esperas»? Pues a veces llega cuando menos lo quieres, o cuando menos lo necesitas, o con la persona menos indicada. En un mundo ideal me llegaría como a una amiga mía, quien después de una larga y tormentosa relación tras la que juró no volver a creer en el amor, conoció al hombre de su vida, que ya se ha convertido en su marido y padre de su hija. O como a otra amiga, quien tras muchos años de amigos en común y de verse mil veces sin pensar en tener algo más, encontró el amor como quien dice, al lado de casa.

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Pero no. A veces el amor te llega a destiempo, a veces te llega cuando la otra persona no siente lo mismo, o le llega a esa persona cuando tú no estás emocionalmente preparada para ello. A veces te llega con una persona que ya está enamorada, y no precisamente de ti. A veces te obligas a ti misma a no enamorarte de alguien pero por más que intentes convencerte a ti y a los demás, Cupido hace de las suyas y cuando te quieres dar cuentas estás enamorada hasta las trancas de alguien con quien no vas a poder tener nada.

Qué bonito sería que todos pudiéramos coordinarnos a la hora de enamorarnos… Qué bonito sería no enamorarse hoy de alguien que se enamoró de ti hace 2 años, pero que ya se ha desenamorado… Qué bonito sería no romperle el corazón a nadie porque no sientes lo mismo que esa persona… Qué bonito sería poder enamorarnos a la vez…

Sin embargo la realidad nos tiene preparadas otras sorpresas, nos tiene preparados llantos, disgustos, desamores… Nos obliga a desenamorarnos de quien no nos tendríamos que haber enamorado en un principio. Y qué difícil es eso de desenamorarse, ¿verdad? Un día de repente, tu corazón hace click y sin haberte dado cuenta estás colado por otra persona. Pero ay, cuánto cuesta darle a rebobinar a ese click y volver al punto anterior en el que no sentías nada por esa persona. ¿Cómo algo que ocurre en un segundo puede tardar tanto en volver a su estado original?

El amor no siempre llega cuando uno quiere, y eso no siempre es una buena noticia. Cupido podría coordinarse y disparar sus flechas correctamente en vez de hacerlo a lo loco, como si el amor fuera un juego de azar y sólo algunos fueran los afortunados ganadores. Cupido, a ver si atinas, que todos queremos ganar en ese juego de vez en cuando…