Como todas las historias de terror, la mía también empezó en Tinder.

No soy superficial, pero una tiene sus gustos y ese match no era del todo mi tipo, pero le gustaba el mismo grupo de música que a mí, vivíamos cerca y ambos teníamos perretes por aquel entonces que se podían llevar bien y poder dar paseítos juntos al parque. Yo le di a la derecha para tener una persona con la que hablar de ciertos temas y como un amigo, él a saber por qué.

Empezamos a hablar, a veces notaba ciertos comportamientos un poco vagos, como si la conversación se perdiese por momentos y luego volviese con mucha intensidad, pero no le di importancia. Cuando quedé con él lo entendí: fumaba porros como yo bebía agua una tarde de julio en Sevilla.

Si ya de por sí el chaval no me molaba en cuanto vi como le daba a la droga hice retirada y dejamos de hablar. No criminalizo a nadie, simplemente ese rollo no me va y no me atrae. Igualmente os juro que cuando quedamos fui lo más simpática que puedo ser y pasamos un rato “ameno”.

Pasaron dos meses y me volvió a hablar, retomamos contacto y como parecían conversaciones más fluidas quedamos de nuevo para llevar a los perros a correr a un parque cercano de nuestras casas. Quedamos ese día y en esa semana volvimos a coincidir otra vez más, a la siguiente semana un par de veces y a la tercera acabé quedando directamente con él sin perros de por medio.

Aunque seguía fumando, no era tan exagerado como la vez anterior y tenía un poco más de habilidades para el ligoteo. No sé como lo hizo, pero acabé en su casa y en su cama, durante un total de un minuto de reloj. Soltó un: esto no me ha pasado nunca. Y obviamente como era un capullo de manual ni se esforzó en quedarme satisfecha, simplemente al ver su actitud pasota me escurrí a mi casa, terminé yo sola aquel encuentro y traté de olvidar esa experiencia incómoda.

Sin embargo, no contento con haberse corrido en menos tiempo de lo que tardamos en desnudarnos, al día siguiente me habla por WhatsApp para soltarme la perlita de:

-Fíjate que para lo fea que eres me pusiste un montón. No me lo había esperado para nada. ¿Vienes hoy también?

¿Qué soy fea? Ahí ya me cabreé lo más grande. Le canté las cuarenta y le bloqueé.

Con el paso del tiempo por unos conocidos me enteré que traficaba con todo tipo droga y que por eso solía fumar tanto. Sutilmente di el aviso anónimo a la policía para que aquel capullo al menos tuviese un recuerdo mío.

Sé que al menos, una noche acabó en el calabozo y creo que luego empezó a rehacer su vida.

Espero que al menos, de ahí en adelante, con las otras tías que si le hayan parecido guapas durase un poco más que conmigo, el camello precoz.

Whirlwind