¿Os acordáis del famoso anuncio de desodorante de AXE de hace unos años en el que el hombre se lo echaba y rápidamente todas las mujeres del mundo le perseguían? Pues parece mentira pero un perfume tiene un poder inimaginable… (no hasta ese extremo) y si se te cae un bote encima ya… ni os digo. ¿No os ha pasado que entráis en un ascensor y apesta a colonia? Lo más probable es que un señor mayor se haya bañado en ella y aunque se crea que 20 mil mujeres lo van a perseguir, lo que consigue es que nadie quiera subirse al ascensor durante unas horas y mucho menos acercarse a él. Pues bien, en mi caso, os quiero contar el día en el que el perfume me arruinó un buen polvo.

No sé vosotras pero yo suelo echarme alguna que otra gota de perfume cuando salgo de casa, ni mucho ni poco (aunque más bien tirando a poco). Partiendo de esa base, el otro día quedé con un chico de Tinder con el que ya había salido en un par de ocasiones pero todavía no nos habíamos acostado. Y evidentemente esa noche era LA NOCHE.

Me duché, me vestí y decidí ponerme una nueva colonia que me había comprado en Mercadona. Es un botecito de cristal morado, precioso y huele muy bien, aunque bastante fuerte, lo justo para echarse unas gotitas en el cuello, otra en la muñeca y perfecta para salir. Pues bien, me lo apliqué, pero decidí llevármelo en el bolso igualmente para echarme de nuevo si me hiciera falta. No me preocupaba que fuera de cristal porque no suelo tirar el bolso ni darle golpes bruscos (primer error).

Tras la cena, llegamos a su casa y… bueno…. con el título del “buen sexo” os haréis una idea. Vaya pedazo de puto guarreo salvaje y apasionado que estaba teniendo. Que si en la pared, que si en la encimera joder, no quería que acabase nunca. Teníamos una increíble conexión, nos mirábamos, era dulce conmigo a la par que apasionado y me hacía sentir muy cómoda y excitada. De hecho, tuve que controlarme para no acabar todavía (no soy multi orgásmica) y quería aguantar todo lo máximo posible. 

En una de nuestras posturas, decidió montarme sobre la mesa del salón donde había un bol de madera, mi bolso, su cartera y las llaves, y como molestaban, nos miramos y pensamos lo mismo: tirar todo al suelo arrastrando los brazos por la mesa y empotrarme fuerte encima de ella. El bolso cayó en una de las sillas que estaba justo a nuestro lado y el resto al suelo.

En unos segundos pensé “menos mal que el móvil lo tengo en el sofá, sino se habría roto”… y cuando pensé la palabra “roto” rápidamente se me vino la imagen de la colonia de cristal… “no jodas”, “ah bueno, ha caído en la silla”, “igualmente si se rompiese no pasa nada, lavo el bolso.

La silla es de madera, por lo que se friega fácilmente”…. fijaros todo lo que pasó por mi cabeza en apenas unos segundos. Pero justo en ese momento, cuando comencé a jadear fuerte de placer y parecía que estaba tocando el cielo, se nos vino un PUÑETERO Y FUERTE OLOR.

“Uff, joder… que es eso??” dijo, pero el olor se hacía cada vez más penetrante y tuvimos que parar. Le comenté que podía ser mi colonia y efectivamente lo era, por lo que tuvimos que limpiar todo  de lo fuerte que olía el salón. Luego, obviamente, teníamos el olor impregnado hasta en el cerebro y no teníamos ganas de hacer nada más… así que ADIÓS AL MEJOR POLVO DE MI VIDA. Esto no quedará así y volveré a por mi revancha pero nunca olvidaré el día en el que el perfume me arruinó un buen polvo.