Nunca he sido de usar las apps de ligue la verdad, pero bueno, siempre hay una primera vez para todo ¿verdad? Lo malo es que no me esperaba estrellarme tanto con Tinder. Sí, sabía que iba a haber gilipollas, niñatos, mongolos y demás artistas del circo pero ¿¿que me dejasen tirada? Nunca olvidaré el día en el que mi cita de Tinder me vio y salió pitando. ¡Mi cita de Tinder!

Era mi primera vez usando la app, aunque no era mi cita de Tinder soñada. Había visto ya a un par de chicos antes de quedar con él y no me habían gustado mucho. Así que seguí investigando y di con alguien con el que parecía que congeniamos muy bien, es de mi mismo pueblo, con mis gustos, intereses y edad. Y decidimos quedar. Y os tengo que decir una cosa: sinceramente, no soy Scarlett Johansson pero me considero un bombón, o al menos, tengo la autoestima lo suficientemente alta como para poder decirlo. Soy una mujer luchadora y segura de sí misma, y estoy orgullosa de ello. Y no dejaré que mi cita de Tinder espantosa me lo estropee.

Pues bien, una vez sepáis que no soy un horco, motivo por el cual los gilipollas suelen salir huyendo (aunque no deberían si tuvieran cojones de entablar una conversación aunque la chica no te parezca atractiva), viene lo siguiente: el día en el que mi cita de Tinder me vio y salió pitando.

Todo ocurrió cuando decidimos quedar enfrente del parque de mi pueblo. La idea era que nos pusiéramos jerseys rojos para poder identificarnos más rápido. Cómo yo siempre llego pronto a los sitios, le avisé de que ya estaba allí y me respondió que estaba llegando, que buscaba un sitio con el coche para aparcar.

A los pocos minutos vi un coche aparecer por delante con un chico igual al de la foto vestido con un jersey rojo mirándome. Supuse que era él y que seguía buscando aparcamiento. Continuó en línea recta y salió de mi vista. Así que me quedé ahí esperándolo. Lo raro es que seguía corriendo el tiempo y no llegaba nunca. Esperé como veinte minutos más pero casualmente mi cita de Tinder ya no respondía a mis mensajes. 

Por más que le escribía, vi que los leía pero no me contestaba a nada y, 20 minutos después, decidí irme. Nunca supe lo que pasó. Nunca volví a hablar con él ni él me escribió jamás. No paraba de pensar “¿coño, tan fea soy que salió huyendo?” “No, no puede ser eso, pensé”. Aunque claro, para gustos colores, y puede que le pareciera tan fea que no quisiera tener la cita pero joder, ya nos habíamos visto por fotos ¡so gilipollas! ¡Mi cita de Tinder era un absoluto gilipollas!

Con el tiempo en el fondo me alegré de que no saliera bien la cita, porque salir con alguien que no tiene cojones y que es un cobarde… hombre… muy bien no creo que me hubiera ido. Y bueno, ahora tengo una anécdota más que contar a mis amigas: el día en el que mi cita de Tinder me vio y salió pitando.

 

Anónimo