Liadita, casi me acuesto con mi profesor. 

 

¿No os ha pasado alguna vez que vais a clase o al trabajo solo para ver al crush de turno? ¿Esa persona que hace más ameno el día solo con verlo y no hace ni falta intercambiar palabras para que aparezca la sonrisa de gilipollas en la cara? Pues ese crush era mi profesor. Para guardar un poco el misterio digamos que era mi profesor de física y que se llamaba Juan. Bien, el día que conocí a Juan lo recuerdo como si fuera ayer mismo; primer día de clase y con mis santos ovarios llegué tarde porque me liaba con los pasillos y las puertas. Al entrar vi a un señor (digamos que de mediana edad pero con los años mal llevados) que me miró fijamente al abrir la puerta y soltó delante de todos: ¿y tú quién eres calamar? Ay, me llamó calamar. Ahí me empezó a caer como el culo. 

Según pasaba el curso él se volvía más borde pero simpático, el típico humor que a mi me gusta. No sé porqué siempre me ha parecido atractiva la gente borde con la que cuesta mucho empezar a hablar pero de repente has empatizado un montón en poco tiempo. Él era así, el típico profesor enrollado que si le apetecía al salir de clase (o a veces durante la clase) nos bajaba a todos al bar de enfrente y nos poníamos a divagar sobre temas que nada tenían que ver con la física. Le sumaba muchísimo como vestía y lo chabacano que era. 

Después de un año y pico de clases con él, porque daba clase tanto en primero como en segundo, ya sabía casi todo de su vida: sus gustos musicales, sus películas de culto, su ideología política… me faltaba saberme la edad pero era un dato que nunca soltaba el muy listo.

Cuando ya no éramos profesor y alumna me lo encontré en el bar de enfrente (como siempre) y se quedó hablando conmigo de cosas ya más personales, se enfocó mucho en mi vida sentimental. Cervezas y cigarros después sugirió ir a su casa (como habíamos hecho otras veces pero con más gente) esta vez solos. Me comentó que tenía muchas clases de cervezas que la verdad no me importaban nada y habló de ver al menos un poquito de una película en su casa de la que me llevaba tiempo hablando. Mi corazón y mi chichi estaban organizando una fiesta silenciosa que se veía reflejada en mi sonrisa de gilipollas cuando le dije con mi voz súper inocente: vale, vamos.

Fuimos en su coche y mi pierna no paraba de temblar, en algún momento se tuvo que dar cuenta porque era un tembleque bastante exagerado. Llegamos a su casa, me sirve una cerveza y nos sentamos en el sofá. Pone la película que ya desde el segundo cero me estaba importando bien poco y se sienta muy cerca de mi. Creo que no he estado tan nerviosa en mi vida, el corazón me iba a mil, no tenía saliva y no podía hablar. Yo que no me callo ni debajo del agua no sabía donde meterme. Y pasó, claro que pasó, pero no hasta el final.

Se lanzó y mi vida se paró en ese momento, no sabía ni mover la boca. Parecía que me había dado una embolia o algo y no sabía besar. Reaccioné enseguida y le seguí el juego mientras me reía prácticamente en su cara (cuando me pongo nerviosa reacciono riéndome sea la situación que sea). Pasado el lapsus seguimos enrollándonos y la situación se estaba volviendo rojo fuego. Había una tensión sexual en ese salón increíble. Fui al baño con intención de escribir por el móvil pero me lo dejé en el salón, no me quedaba otra que mear. Me di cuenta que no estaba depilada (en ese momento de mi vida me importaba mucho no estar depilada) y me dio el bajón del alcohol. Sopesé lo que conllevaría acostarme con él y milagrosamente salvé una liadita bastante grande.

Recogí mis cosas, incluida la dignidad y me fui andando a mi casa que estaba a casi una hora andando. No había ni llegado a casa y ya me había arrepentido de mi decisión. En mis fantasías sí que me acosté con él.

 

Anónimo