**Relato**

 

Me mudé a ese edificio hace cosa de dos años… Y en estos dos años no le he quitado los ojos al vecino del sexto. No sé qué tiene ese hombre, pero os juro que cada vez que lo veía en el ascensor lo que menos quería era darle lo buenos días. Al menos no verbalmente. Me ponía cómo una burra, y ni si quiera sabía porqué. Durante un año él y yo mantuvimos las típicas conversaciones de ascensor o vecinos:

 

¿Qué tal estás?

 

 Hoy, llueve.

 

A ver si arreglan el interfono.

 

¿Bajas a la calle o al garaje?

Pero a partir del año ya no sólo eran conversaciones de ascensor protocolarias.

¿Qué harás este finde?

 ¿No viene tú novio a buscarte? (Bonita forma de preguntar mi estado civil por cierto)

Me gusta tú camiseta.

Me gusta tu pintalabios.

La cosa se calentó. Y de repente subirme con él en el ascensor era como entrar en una hoguera. Es que me temblaban hasta las piernas. Y las conversaciones de ascensor que se empezaron a ir de madre, pero mucho. Hasta que me dijo:

¿Y si lamo tu cuello a que sabrá?

¡Jesucristo! ¿Pero cómo me dice esas cosas? Y yo que respondo:

Puedes probar y averiguarlo.

Y la puerta que se abre y yo que me bajo en mi piso. No le grité que me follara en medio de las escaleras de milagro.  Dos años cocinándose a fuego lento es mucho tiempo de preliminares. Mucho, señoras. Mucho.

Él no me siguió a mi piso pero vamos, poco le faltó porque estaba más duro que un tronco de un árbol. Es lo que tiene el pantalón de chándal. Que no oculta una mierda. Y el parecía una tienda de campaña de las de Decathlon de dos habitaciones.

Dos días después. Entro en el portal de casa, llamo al ascensor. Se abre la puerta y aparece él con pintas de salir por ahí a cenar. Yo que entro, el que me dice:

¿Subes o bajas?

Y yo… Que no tengo una mierda de vergüenza en mi cuerpo y que además iba más salida que la cima Everest, le contesté:

¿Encima de ti o en el ascensor?

Sí, bueno… Soy una temeraria o lo que sea que se os ocurra. Pero eran mis ovarios y mi coño el que hablaba. Llevaba meses sin follar (cosas del curro que no me dejaba tiempo) y dos años tonteando con él. Mi paciencia se había agotado.

Entro en el ascensor, él me mira. Yo que me muero del calor. Y me dice convencido:

-Subes.

Y pulsa sólo su piso y él se queda dentro.

Uy…. Uy, uy…. Uyyyyyyyy.

Si eso no eran una declaración de intenciones que me jodan viva. Mis piernas que se tambalean. El corazón que me va a mil. El que me mira y yo solo pienso en llegar a su casa y que me dé fuerte contra la pared en cuánto pasemos el umbral. Y el ascensor que se para a 10 segundos del que prometía el polvo del siglo. Pero pararse de bloquearse.

Nooooo. ¿Eso era el karma por querer tirarme el vecino?

El ascensor se averió y tuvimos que llamar al servicio técnico de atención 24h. Después de avisarnos de que no pasaba nada, mandan a un técnico. Nos quedamos encerrados ahí dentro y yo que a pesar de todo iba más caliente que el Krakatoa.

Una mirada. Sólo una mirada y lo vi con una erección de tres pares de cojones. Y allá que me engancha y me empuja contra el cristal. Ni de puta broma íbamos a aguantar hasta su casa.

Me comió la boca, metió sus manos entre mi pantalón. Y tuve que hacer mi mejor esfuerzo para no correrme como una adolescente. El celibato involuntario era muy malo para mi salud. Y más cuando encima besaba y me tocaba como si fuera un experto.

Miro el reloj, el técnico al llegar. Yo a punto de correrme y a él que le importa una mierda el técnico y el ascensor porque me baja los pantalones y me mete la lengua.

Jesús bendito. ¡En el ascensor! Me estaba lamiendo como si estuviera comiendo un maldito Calippo de fresa en medio del ascensor parado. Lo jamás visto.

Y el técnico que llega, y el ascensor que se mueve. Y yo con él entre las piernas. Estuve tentada en golpear el ascensor para estropearlo yo misma. Pero no sabía cómo. Él se separó, me subió el pantalón, puso cara de aquí no pasa nada y se limpió la boca. En cuanto se abrió el ascensor no le dimos tiempo al técnico de preguntar nada, yo creo que nos debió ver la cara… O quizás se fijó en que mi vecino iba como el palo de la bandera.

En cualquier caso él me metió en su casa y no llegamos casi ni a cerrar la puerta. Un espectáculo lo de ese hombre. Un espectáculo.