Ayer (viernes) fui a Ikea por la mañana. Fui por la mañana para no tener que enfrentarme a una de las peores pesadillas a las que puede enfrentarse un mileurista que decide «empezaralgonuevo»: Ikea con gente. Ikea con mucha gente. Ikea con niños. Ikea hasta la bandera (sueca) de gente (que no es sueca).

Allí viví una experiencia espeluznante, un drama del mundo occidental en el siglo XXI, un TOC que creí venido a menos pero que apareció en el momento justo en el que mi madre y acompañante en esta parodiada incursión pronunció las siguientes palabras :

«Vamos a empezar al revés!!» (las exclamaciones nunca llegarán a expresar la emoción contenida de la ‘Súper idea’)

-«¿Al revés?» (pregunté entre desconcertada y condescendiente – ¿será la edad?-).

-Sí, al revés: por abajo (zona de autoservicio) y por el final.

Y entonces empiezas por las plantas y empiezan, a la vez, todas las ralladas… porque piensas que, joder ¡claro que quieres plantas!, pero si las metes en el carro desde el minuto 1 se estropean. Y por si tenías dudas, tu madre te lo recuerda:

-«Las plantas para el final».

Y entonces quieres protestar y preguntar «entonces por qué (insertar palabrota que más preste) hemos empezado por el final?». Pero te callas, te callas porque peor que un Ikea con gente es un Ikea con drama. De esos que, mientras avanzas chocándote con todo el mundo con el carro PORQUE VAS AL REVÉS, observas (e incluso tomas parte):

* La pareja que discute porque no se pone de acuerdo en lo básico y crucial: las preferencias.

«Es que tener un chest lounge siempre ha sido la ilusión de mi vida» – dice ella sentada en el chest lounge – y él contesta: «y la de la mía es tener un futbolín» – desde un sofá biplaza-.

Y el silencio que le sigue es tan incómodo que sigues avanzando.

* Dos personas (madre/padre-hija; pareja, compañeros de piso…) que discuten porque uno de ellos (generalmente de género femenino) se empeña en comprar cosas que no va a necesitar pero se cree previsor (-sí, lo es-) y quiere tenerlas (todas) «por si acaso»:

-¡¡Mira qué bonitos estos sujeta velas para la terraza!! Los voy a coger.

-Pero si nosotros no tenemos terraza.

-Ya, pero para cuando lo tengamos!! Siempre hemos querido tener una casa con terraza.

-Pues cuando la tengamos venimos y lo compramos

-Pero es que para entonces ya lo habrán descatalogado.

Silencio.

* El que reniega de Ikea, ese que siempre dice que no vuelve, pero lo hace. Y lo expresa de mil maneras diferentes sin cortarse un pelo: que es para pobres, pero vuelve. Que vive con miedo a que un producto venga sin llave Allen y así no se puede vivir, pero vuelve. Que los muebles son de pésima calidad, pero vuelve. Que todo el mundo tiene los mismos muebles, pero vuelve. Que la última vez que estuvo le encargaron comprar tiradores de armario «SÄTTA» y acabó comprando los «LANSA» con la subsiguiente bronca, pero vuelve.

Y, así, sigues avanzando viendo un sinfín de productos que quieres meter en el maldito carro, pero que no metes porque no sabes si te cabrán cuando metas lo que está en el verdadero principio y ‘seguro’ es lo importante. Y cuando llegas al principio con un carro en el que sólo hay velas perfumadas, te vienes arriba y dices «Vamos a la parte de arriba, donde te enseñan cómo queda todo colocado», y tu madre refunfuña y accede, pero ¡Oh Dios mío! El carro no puede subir a la parte del muestrario. O el carro o la persona: al muestrario solo se accede con bolsas. Y lo peor de todo es que NO HAY DONDE DEJAR EL CARRO. El carro se coge y se deja al principio o al final, y point.

Y entonces tu madre te dice que subas tú: que ella mejor espera donde las plantas. Y después de estar dos horas en Ikea, cagarte en Suecia varias veces y tener un carro vacío huyes con tu bolsa amarilla también vacía al piso de arriba, porque lo prefieres ver todo colocado. Porque, da igual que intentes engañarte una y otro vez, en realidad tú estás en Ikea por unos motivos muy concretos:

Toquetear, tocar los muebles que no vas a comprar porque tu casa ya está llena de muebles de Ikea

Sentarte: de sofá en sofá y de cama en cama. Quieres hacer la croqueta en camas ajenas. En todas.

Despotricar de los muebles que has visto en casa de tus amigos «y que tú nunca te comprarías», de la pésima calidad que te han dicho que tiene la TV de Ikea (aunque no conoces a nadie que la tenga en su casa), de la falsa madera contrachapada…

Elucubrar: Imaginar lo bien que quedaría tu persona en ese salón o lo guay que sería un fiestón con tus coleguis en en esa terraza que nunca vas a tener. Medir muebles que no vas a comprar, apuntar modelos y colores en un papel que posiblemente pierdas antes de llegar a la zona de recogida de muebles…

Hablar y debatir sobre Suecia y sus costumbres. Da igual que nunca hayas estado (probable) o no tengas ni idea ni siquiera de que Suecia es UE pero no zona euro (bastante más probable), defenderás a muerte lo guays que son los suecos, tan rubios, tan guapos, con sus 6 horas de jornada laboral, sus H&M…

Delinquir (delitos menores): montones de lápices de Ikea en el bolso. No puedes evitarlo (y yo tampoco).

Sentirte tonto: sí, estás cargando con una gran bolsa amarilla incómoda llena de objetos que luego encontrarás más abajo de nuevo en el muestrario. Esa parte de Ikea CON CARROS.

Y vuelves abajo, y entras en paz porque crees que estás empezando por el principio. Pero el carro no está contigo. El carro está al final: donde las plantas, con tu madre y las velas perfumadas. Y allí no hay carros y tu bolsa está a punto de reventar. Y solo quieres meter mas cosas. Da igual que las necesites o no, porque Ikea hace que te descubras a ti mismo y salga, de repente, un yo decorador que llevaba años queriendo salir. De repente olvidamos la tiranía del minimalismo y todos queremos tener en nuestras casas cientos de velas perfumadas, plantitas, cestas de mimbre, jarrones, maceteros, láminas, marcos y botes, sobre todo muchos botes.

Porque empezar «algo nuevo» sin botes en los que meter todos esos lápices que llevas en el bolso, no es lo mismo.

 lápices de ikea

Autor: Maribel Alonso Francisco