(Relato escrito por una colaboradora basado en una historia real)

 

TENER UN 10 Y QUERER A UN 0

 

Sí, queridas. Por muy extraño que pueda parecer, es tal cual dice el título. Yo tenía a un hombre que era un 10 en general, pero sobre todo lo era conmigo. Sin embargo me “enamoré” de otro chico que, en principio no pensé que fuera un 0, pero que poco a poco fue demostrando con creces que era eso y quizás un “menos algo”.

Seguramente no entendáis el por qué o simplemente penséis que me dio un golpe de calor para elegir la segunda opción, y no os culpo. Muchas veces yo tampoco lo entiendo e incluso creo que el verano de 2021 fue demasiado malo para mi con tanta ola de calor seguida…

En fin, dejando a un lado las posibles teorías fruto de mi complicada decisión, intentaré poneros un poco en contexto a ver si entendéis algo.

Hace 12 años conocí a un chico maravilloso, llamémosle Juan. Después de haber pasado varios años conociendo a sapos que iban de príncipes y llevándome múltiples decepciones y promesas falsas, conocí a una persona que lo tenía todo. Era atractivo, cariñoso, natural y ante todo se preocupaba por mi y no lo hacía para llevarme a la cama. Pasaron los años y cada vez tenía más claro que esta vez sí, había dado con ese chico con el que todas hemos soñado alguna vez. Nos casamos en 2017, un año y medio después de una pedida de mano por su parte que volvía a remarcar lo maravilloso de su personalidad.

Yo, por mi parte, no tenía ninguna duda de lo afortunada que era por tenerle en mi vida y por ser todo lo que él quería en la suya, pero, ¡Ay, amigas! Empecé a aburrirme… Me faltaba algo, una chispa dentro. Supongo que la monotonía también hizo lo suyo. Fuera lo que fuera, me encontraba vacía y… eso es un peligro.

Vaya que si lo fue…Ahí es cuando conocí a Manuel. Típico chico con aspecto canalla, guapete, guasón y, sobre todo, la novedad. Nos conocimos por medio de unos amigos en común, nos miramos y al momento noté unas mariposas en el estómago que me avisaban de que se venían curvas en mi vida. Lo que no podía imaginar es que se vendrían a semejante nivel.

Manuel y yo decidimos quedar un día a solas. Los dos sabíamos lo que iba a pasar, pero yo creía que la cosa quedaría en una anécdota fogosa y no demasiado leal por mi parte, para qué engañarnos. No fue así. Hubo conexión, hubo mucha complicidad y yo me pillé. Me pillé irracionalmente. No veía más allá, solo quería pasar tiempo con él y ayudarle en sus no pocos problemas.

Hasta aquí quizás podáis pensar que es algo normal, que esto pasa en la vida y que puede ser una putada, pero que no es tan raro. Ojalá quedara aquí la historia, pero…¡no!. Manuel empezó a pedirme dinero ya que él no tenía trabajo fijo y, según él, no tenía a nadie para que se lo dejara porque la relación con su familia era bastante mala y, sorpresa, amigos como tal, no tenía. (Una red flag en toda regla que por supuesto pasé de alto). Nunca eran cantidades muy grandes de dinero, pero era algo constante.

Además de empezar a ser su fuente de ingresos, las conversaciones durante nuestras citas empezaron a centrarse en únicamente sus problemas y mas que conversaciones, lo que teníamos eran monólogos por su parte. No le preocupaba lo más mínimo como estaba yo, simplemente era su muro de lamentaciones. Os podéis imaginar como volvía a mi casa, llena de malas vibras y agotada mentalmente. Y aún así, aunque yo era consciente de que su relación conmigo se basaba en sacar el mayor partido anímico y monetario por su parte, no quería verlo. Seguía ciega, hasta el punto de hablar con mi entonces marido y decirle que había conocido a otra persona y quería seguir conociéndole.

Juan se fue un tiempo a casa de su padre y nos separamos temporalmente. Mientras tanto seguía a tope con Manuel, dejando que día a día me bajara un poquito más la moral con su egocentrismo. Las citas seguían centrándose en él, en sus problemas, seguía pidiéndome dinero, y en el sexo se limitaba a que yo hiciera todo. Yo bajaba al pilón, yo me ponía encima, pero no recibía nada. Día tras día lo mismo. Si se me ocurría hablar del tema, entraba en cólera y me decía que siempre estaba echándole cosas en cara. Acabábamos discutiendo y desaparecía durante algunos días.

No sé lo que me pasaba con él, pero no podía mandarle a la mierda. No era feliz, por supuesto que no, pero pensaba que sin él aún lo sería menos. Acabó con mi autoestima, no me sentía deseada, no me sentía valorada ni querida. Pero lo peor de todo era sentir que no podía hablarlo con él, porque no le interesaba tener problemas también conmigo. Sólo me quería sin problemas, sin darle problemas. Finalmente, y como no podía ser de otra forma, le descubrí en varias mentiras y desapareció tachándome de celosa enfermiza y de egocéntrica a mí.

Por supuesto rompí el corazón a una persona que lo tenía enorme y precioso, mientras que a mí me lo rompió alguien a quien realmente, nunca le importé. Dicen que de todo se aprende y que en una relación si hay un final no es culpa solo de uno, pero no dejo de sentirme culpable por haber hecho daño a un alma tan buena. Supongo que tengo lo que me merezco.

 

Marieta