Tengo un grupo de amigos muy diverso que se dedica a cosas de lo más variado, desde música y pintura hasta ingeniería agroalimentaria. Es mi grupo de amigos del instituto, al que hemos ido incorporando nuevos miembros que conocimos durante la universidad.

La incorporación más reciente fue Ramón, el ginecólogo, amigo de mi amigo Jose, también ginecólogo. Ramón el ginecólogo es un chico guapísimo, alto, de pelo claro y ojos azul intenso como las profundidades del océano. Quizás lo idealizo un poco, pero os prometo que es uno de estos chicos que giran cabezas allá por donde pasan. Como os podréis imaginar, al ser la novedad del grupo, mis amigas hetero y mis amigos gay estaban de lo más interesados en conocer a Ramón el ginecólogo.

Resultó que a Ramón le gustaban más los chochos, y no solo para su vida laboral, por lo que el sector masculino gay quedó eliminado de la partida. Mis amigas no se cortaban un pelo en intentar conseguir algún tipo de acercamiento, era tan descarado que se hacía incómodo. Pero ay… cómo le gustaba gustar a Ramón, se le veía en su salsa. Yo, por mi parte, siempre fui muy discretita con estas cosas, y no me gustaba nada ir detrás de los tíos, ni que ellos fueran detrás de mí. Yo soy más de que surjan las cosas con espontaneidad. Pues no sé en qué momento se produjo la magia, que de pronto me encontraba paseando a solas con Ramón a la luz de la luna. Bueno, igual estoy exagerando un poco y no había ni luz ni luna aquella noche. Me acompañaba a casa tras una noche de juerga. Dimos algún rodeo innecesario, ya que estábamos a gusto y nos apetecía hablar y conocernos mejor. Y surgió la chispa. Era difícil que no surgiera con ese chico, tan guapo y tan carismático. Al final le invité a subir a mi piso, y nos acostamos. No voy a entrar en detalles del polvo, porque no viene al caso. Solo decir que, además de guapo y carismático, el tío follaba increíblemente bien. Se notaba que conocía al dedillo la anatomía femenina. Yo no paraba de repetirme a mí misma que algún fallo tendría que tener, pero decidí confiar y dejarme llevar.


Ramón y yo comenzamos a quedar durante un tiempo. Habíamos hablado de que no buscábamos nada oficial ni serio, sin compromisos a largo plazo, pero que tampoco nos acostaríamos con otras personas. No nos apetecía tener que lidiar con los intríngulis de la no exclusividad, y creíamos que así sería todo más fácil. Con los meses y la confianza, y dado que yo tomaba la píldora, decidimos dejar de usar condón. Al fin y al cabo, solo nos acostábamos entre nosotros. O eso creía yo.

Un día empecé a notar cositas en mi zona íntima, que nada tenían que ver con lo que me hacía sentir Ramón cuando nos acostábamos. Algo no iba bien, así que pensé en preguntarle a él mismo. Finalmente no lo hice. Se me encendió una bombilla y el pepito grillo de la desconfianza apareció para decirme que consultase con otro especialista, no fuera a ser que Ramón el ginecólogo fuera un embustero. Pues nada hija, piensa mal y acertarás. Una señora gonorrea que me pegó Ramón, así, de regalito. Y es que en casa de herrero cuchillo de palo. Aquí, el ginecólogo, se estuvo tirando sabe Dios a quién, y me contagió el bicho. Después de llamarle cerdo cabrón y dedicarle otras tantas palabras bonitas, corté todo tipo de relación con él. Habíamos decidido llevar todo lo nuestro en secreto, porque no queríamos movidas, así que tuve que poner buena cara en mi grupo y no decir nada. Al único al que se lo conté fue a Jose, que intentó por todos los medios evitar que Ramón y yo volviésemos a coincidir.


Pero mis sorpresas no acabaron ahí. Unos días después de cortar con Ramón, fui a casa de una de mis amigas del grupo. En esto que veo que en su mesilla tiene el mismo medicamento que me habían recetado a mí para tratar la gonorrea. Ya os podéis imaginar mi cara cuando lo vi. Lo hablé con mi amiga y todo salió a la luz. Ramón el ginecólogo había estado jugando con nosotras a dos bandas (y a saber con quién más), dedicándose a propagar infecciones de trasmisión sexual por doquier. ¡Como para que se fíen de él sus pacientes! De todas formas, mi chocho y el de mi amiga ya están a salvo de las atrocidades de Ramón, y yo creo que voy a abstenerme de tener cualquier tipo de relación con ningún hombre de aquí a un tiempo. 

Anónimo

 

Envía tus movidas a [email protected]