Érase una vez un niño de cuatro años que llevó al colegio una camiseta rosa de “La sirenita”. El pequeño con toda la ilusión del mundo por llevar algo de su película favorita, la luce como si fuera un Dior o un Gucci. Entonces se quiebran un poco sus ideas cuando una amiga comenta que es ropa de niña. El pequeño en un ejercicio icónico de amor propio indica que el rosa es para todos y el dibujo también. Probablemente la niña no cambie sus ideas reforzadas por la de sus padres. Pero al criar a un niño con esa seguridad, autoestima e ideas sin estereotipos, estamos rompiendo la realidad que nos crucifica por un futuro mejor.
Criar sin estereotipos es algo a lo que últimamente le doy muchas vueltas. Y es que todas las luchas actuales, si nos paramos a pensarlo bien… son para vencerlos.
Pero, vamos a ver qué significa la palabra, podríamos decir en resumen que es un intento de catalogar, de expresar una idea generalizada, normalizada de algo o alguien.
Lo normal, es lo que más sucede. Es decir la tipología que es más común. Mas, en las sociedades hasta ahora en vez de comprender lo que era más o menos común, se nos daba impuesto.
Y ese es el problema. La normativa social nos trataba de enmarcar dentro de unas características, hasta ahora (y aun sucede que no vivimos en una utopía) esa características eran determinadas por agentes digamos externos a la realidad social. De tal forma todo lo que no entraba dentro de lo socialmente admitido, era rechazado, y carne de manipulación para que entrara en dicho catálogo de la normalidad.
Así, las luchas sociales han sido para derribar esos estereotipos y que las normalidades no solamente enmarcaran a x personas como las que podían existir sin molestar.
Y entonces te das cuenta de que todas esas luchas eran de voces que necesitaban ser oídas como normales. Paulatinamente lo normal se enriquecía con una ramificación considerable, que francamente nos hacía mejores como sociedad.
Porque cuanto más nos olvidamos los estereotipos y abrazados lo anormal como normal, vivimos en una sociedad más absolutamente rica y libre.
Las ideas de antaño, siempre rondan con cortar las alas a los nuevos movimientos sociales. Porque sinceramente no hay mejor guardián que la oveja que se cree perro.
Aun que da mucho que derribar, indispensable para ello es que las nuevas mentes entiendan: que el color carne es el de cualquier persona, que los hombres también llevan coleta, que el color rosa no entiende de género, porque ¡sorpresa!, los colores no piensan ni tienen capacidad de etiquetar, cuando alcancemos todas esas pequeñas batallas… entonces la igualdad será tan real que la palabra feminismo no se comparará con machismo ni será vista como un ataque u ofensa para algunos adultos cisgénero.
¿No sería estupendo un presente en el que un niño pudiera llevar una camiseta rosa de la sirenita sin que chirriase o resultara ser un “acto de valentía”?