Prestad atención, mujeres, de lo que hoy os vengo a contar

esta es mi loquísima historia de lo que puede dar de sí follar.

Porque tras muchos meses en dique seco, los astros se alinearon

conocí a un varón una noche, y nuestros cuerpos lo gozaron.

 

Pero vayamos por partes, mejor os pongo en situación

así entenderéis este tremendo movidón.

Habían pasado más de 10 meses desde que había dejado a mi novio

semanas enteras desganada, superando el perder de vista a aquel maldito microbio.

 

Cuando al fin me recompuse decidí darle a mi cuerpo alegría Macarena,

lo que pasó fue que el destino no quería que yo terminase ninguna faena.

Todo lo que encontraba eran trolls come orejas que calentaban pero nada más

me empecé a volver loca, ¡¿es que no voy a follar jamás?!

 

Aquella noche de verano me puse monísima de la muerte,

me planté un mini vestido, me peiné de diva, y salí a mi suerte.

Tras varias copas y algún chupito con sabor a fuego,

me lancé a bailar con mis colegas, ¡menudo restriego!

Parecía aquello el videoclip de ‘La Lambada‘,

perrea que te perrea hasta bien entrada la madrugada.

Y en medio de aquel descoque conocí a Eduardo

que cayó rendido a todos los encantos que yo guardo.

 

Primero nos pusimos a bailar cochinote,

después ya le morreé hasta casi arrancarle el bigote.

Eduardo era un hombre alto y muy atractivo,

yo dije ‘esta es la mía, él será mi objetivo‘.

 

Cuando ya estábamos más calientes que el palo de un churrero

le propuse largarnos solos a un lugar algo más placentero.

Eduardo me dice que está en un hotel, que me invita a su habitación,

el chocho me da palmadas, ¡que se viene ‘la follación‘!

Resulta que el famoso hotel estaba justo frente a la casa de mis padres,

¿me cortó esto un poco el rollo? Pues para nada, que continúe el desmadre.

Nos ponemos al lío, yo estaba totalmente desatada

cabalgo sobre Eduardo como una amazona descontrolada.

 

En esto va él y me dice ‘ven aquí que te voy a poner a gozar

me levanta y me apoya contra la ventana y por detrás me empieza a dar.

Yo en pelotas, algo borracha, y dándolo todo

con lo pezones y la cara contra el cristal y del mejor modo.

 

Empezaba a amanecer y en pleno orgasmo me olvidé de la vida

gemí tan a gusto contra aquella ventana que igual desperté a alguna vecina.

Eduardo se corrió apretándome muy fuerte las tetas

las sobeteaba con soltura y firmeza, ¿se pensaría que eran croquetas?

 

En esto que abro los ojos después de un orgasmo brutal

y me veo al otro lado de la calle una imagen bastante inusual.

Asomado al balcón y con la cara descolocada

estaba mi padre que acababa de ver como su hija follaba.

Se me bajó el pedo de golpe, ¡me quería morir!

Con el calentón me había olvidado que allí en frente mis padres solían vivir.

Le dije a Eduardo que lo mismo la habíamos cagado un poco,

una habitación de 100 metros cuadrados y nosotros follando de cara al público, ¡qué loco!

 

Ni os imagináis el gesto de mi padre aquella mañana,

más de dos semanas estuve sin poder decirle nada.

Un buen día fue él el que vino para darme un consejo:

la próxima vez que pilles, al menos que no te vea toda la ciudad el conejo‘.

 

Yo con eso me quedo, bueno, y con el polvazo con Eduardo.

Porque aunque nos viera todo el mundo, es digno de recordarlo.

Así que ya sabéis, amigas, que eso de follar está de puta madre

pero si lo hacéis cercioraros de que no le dejáis un traumita de por vida a vuestros padres.

Fotografía de portada