Trabajar y ser madre es muy complicado. La conciliación familiar es una utopía, un deseo con el que todas las madre soñamos pero que sabemos que es imposible cumplir. En los tiempos que corren, es imposible vivir con un solo sueldo y los padres estamos obligados a trabajar ambos para poder pagar todos los gastos del día a día. A muchos nos encantaría quedarnos en casa y cuidar de nuestros hijos, pero económicamente no nos lo podemos permitir.

Además, muchas familias tenemos un problema añadido, no contamos con ningún familiar o persona de confianza para que nos echen una mano con los niños. Y os aseguro que eso es un problemón cuando los niños tienen vacaciones escolares o días no lectivos. Ojalá los papás tuviéramos las mismas vacaciones que los niños, pero no es así. Y si al menos tienes familiares que se puedan quedar con ellos en verano o navidad, aunque te tengas que desplazar a otra ciudad, pues bueno, pero otras veces no nos queda otra que tirar de campamentos urbanos para cubrir las vacaciones de nuestros peques.

Pero para mí como madre trabajadora, mi mayor miedo sin duda es cuando se ponen malos. En nuestro caso, mi marido y yo vivimos en una ciudad donde no tenemos familia. Mis padres viven a unos cuantos kilómetros de distancia, y cuento con ellos en día concretos, pero cuando tu hijo se levanta por la mañana con fiebre y tú te tienes que ir a trabajar, no tienes otra opción que meterle un chute de Apiretal, Dalsy o el medicamento de turno que uses para ellos, llevarlo al colegio y rezar para que no le vuelva a dar fiebre en toda la mañana.

Sé que no está bien llevar al niño malo al colegio, que se lo puede pegar a los compañeros y que lo ideal es que se quedara en casa metido en la cama y recuperándose, pero a veces no te puedes permitir el lujo de faltar más días al trabajo.

Cuando ya has gastado vacaciones, días de asuntos propios, horas que te debían y todo lo que se te pueda ocurrir, no puedes llamar a tu jefe y decirle que no vas a trabajar porque tu hijo tiene 38 de fiebre.

Y depende de cuál sea tu puesto de trabajo, claro, porque habrá mamás que para faltar así de manera imprevista tendrán que mover horarios de otras compañeras, cambiar el suyo propio, pedir favores y hacer encaje de bolillos para que alguien las supla.

Luego las hay que tienen la “suerte” de teletrabajar… y digo “suerte” porque trabajar en casa con un niño pequeño malo dando vueltas por allí tampoco es la panacea.

Pero para mí lo peor de todo son las profesoras, que te miran con cara de “sé que me traes al niño malo” y te juzgan. Yo entiendo su postura, le estoy dejando a mi hijo a las 9 de la mañana en la clase chutado de Dalsy sabiendo que en unas horas le dará el bajón y, probablemente, le subirá la fiebre. Y que me van a llamar para que vaya a buscarlo y hasta las 16h no voy a ir, porque no puedo abandonar mi puesto de trabajo.

Yo os entiendo a vosotras, pero entendedme vosotras a mí, que si llevo a mi hijo malo a la escuela no es para poder estar en casa tumbada a la bartola, es porque realmente no tengo otra opción.

Y no solo te van a juzgar las profes, tus compañeros de trabajo también. Cuando suena tu teléfono y es el colegio pidiéndote que vayas a buscar a tu hijo porque está malo, muchos de tus compañeros te van a mirar con mala cara porque estás abandonando tu puesto de trabajo.

Al final, lo que es un simple catarro para un niño, para los papás es un verdadero problema.