Te despiertas y lo primero que piensas es en el pis que te haces, pero antes de quitarte las legañas das un repasito al Insta, WhatsApp, Facebook y Twitter y ves que #CarlosBardem es tendencia. Te santiguas, entras y si hace falta te lo haces en la Tena Lady.
La magia de los Bardem es que no suelen dejar indiferente a nadie. Puedes atacarlos como si te debieran dinero o puedes amarlos como si tú a ellos les debieras la vida. Ahora bien, si te la traen al pairo (como es mi caso), entra en juego la otra magia, la de Twitter, la del odio visceral, la que le da calidad a la vida.
El muchacho en cuestión hace un llamamiento al mismísimo Ministro de Cultura y a la mismísima Ministra de Sanidad, que no deben tener otra cosa que hacer, reclamando vacunas para actores y actrices, quienes tienen trabajar sin mascarilla ni distancia:
Bien, educado, respetuoso. Una decepción. Chica, en el vicio de pedir, está la virtud de no dar. O el que no llora no mama de toda la vida. Pero ojo, en un país donde el principal motor de la economía es la hostelería; una de dos, eres hostelero, o eres parroquiano. Y con el bar no se juega.
Basta una ligera brecha, fina como el pelo de una teta, una insinuación de un tuitero a través de la que se intuye que el actor se está poniendo por delante de los camareros, para que encendamos las antorchas y nos liemos como Gastón cuando atacaba el castillo de la Bestia.
Si bien es cierto que me ha dejado con el culo torcido que este señor sea tendencia por esta chorrada, no estaría mal que se parara a pensar en los grupos de riesgo, edades avanzadas, personal de supermercado, sanitarios… y sí, el camarero. El camarero no es un conjunto de personas con PCR negativa, trabajando sin mascarilla en igualdad de condiciones. El camarero es una persona que para desempeñar su trabajo, casi por bemoles, te atiende sin que lleves puesto el bozal, mientras que él guarda el respeto de llevarlo. Y antepongo el casi a los bemoles porque me gustaría saber si la mitad de los que desean que a Carlos Bardem le pongan la vacuna “en la punta del nardo” o los que le llaman “el hermano tonto de los Bardem”, son de los que al venir el camarero a servirlos, sacan la mascarilla y se la ponen, que también es un gesto muy solidario en lo que esperan su dosis.