Siempre había soñado con una boda perfecta, con formar una familia y pasear en verano por la playa de la mano de mi marido mientras nuestras criaturas corretean alrededor. Ya sé que suena ñoño, que muchas creeréis que soy demasiado ingenua, pero no me parece algo tan descabellado. Hoy, sentada aquí contándoos mi historia, mi bebé me da pataditas deseando salir y yo intento dejar de llorar por todo lo que ha pasado y por cómo el universo rompió mis sueños de la forma más dolorosa.

Conocí a Marco hace 6 años. Él era muy atlético, inteligente, divertido… Me enamoró con sus detalles y atenciones. Siempre dispuesto a escucharme y a darme su apoyo. No tardamos en vivir juntos y, poco después, en casarnos. No nos podíamos permitir la boda por todo lo alto que yo había soñado, pero sí una bonita ceremonia con nuestra familia y amigos donde expresar nuestro amor.

Yo soy enfermera. Tengo una plaza fija desde hace años y un buen sueldo. Él estaba en paro, pero poco después de la boda se hizo empresario, pidió un préstamo y se hizo con una de las más grandes discotecas de la ciudad. El negocio iba bien y no tenía por qué acudir cada noche, tenía personal suficiente para llevar el negocio y algunas personas de su confianza para resolver imprevistos. Había trabajado tanto en la noche que conocía el negocio mejor que nadie. No fue de extrañar que las cosas fueran cada vez mejor y eso le animase a abrir un nuevo local con un poco más de glamour,

Fue entonces, un año después de casarnos, que él empezó a trabajar casi cada noche. Este nuevo local, con mucho menos trabajo, reportaba muchos más beneficios, pero suponía un nivel de exigencia que no se atrevía a dejar en manos de nadie más.

Nuestra relación empezó a enfriarse, pues sus turnos y los míos eran bastante incompatibles y él no estaba de humor cuando estaba en casa.

Un día, un amigo y su mujer nos invitaron a cenar en su casa para celebrar que lo habían ascendido en su empresa. Fue una noche agradable hasta que este chico, sin darse cuenta, desveló detalles del día de nuestra boda que yo desconocía. Ese día, Marco había estado muy eufórico, tanta emoción, tanta gente… Pues al parecer esa euforia desmedida tenía más que ver con la cocaína que su amigo y él se habían metido en el baño que con su amor por mí.

Mientras su amigo hablaba, Marco actuaba natural, como si yo tuviera que saber perfectamente de lo que hablaba. Ni siquiera me miró. Al salir de allí no esperé a llegar al coche para increparle y pedirle explicaciones. Entonces me dijo que qué esperaba de él, si cuando nos casamos estaba deprimido por no encontrar trabajo y que ahora estaba tan estresado que hacía lo que tenía que hacer para poder tener la vida que merecemos; que llevar una vida normal durmiendo tan poco era imposible sin ayuda….

Lloré tanto que no pude ni expresarme bien esa noche. Al día siguiente le expliqué mi punto de vista, le pedí que si el trabajo le estaba sobrepasando que buscase ayuda, que podía contar conmigo y que buscaría con él una solución a su adicción. Él me tranquilizó, me dijo que no era adicto, que solamente lo hacía porque podía, pero que, si suponía tanto para mí, lo dejaría.

Supongo que mi visión del mundo desde el planeta de la piruleta me hizo creerlo desde el principio y quedarme tranquila. Pero pronto sus cambios de humor, sus obsesiones controladoras y sus salidas de tono me alertaron de nuevo. Hablamos y me pidió que no se lo contase a nadie, pero que realmente no podía dejarlo. Cuando no se drogaba se sentía sin energía, sin ganas de nada. Pero cuando lo hacía, después no podía dormir y tenía que recurrir a otras drogas para contrarrestar la cocaína y ahora sentía que sus pensamientos se escapaban a su control. Consulté en una clínica y, aunque se negó a ingresar, sí acudía a terapia. Nos pareció un buen momento para intentar ser padres. Sabía cuánto me quería y que le llagada de un bebé cambiaría su visión del mundo. Pero pronto dejó de acudir a sus sesiones porque estaba ocupado con su negocio. Empezó a tratarme con desprecio, a acusarme a mí de todo lo malo que le pasaba, a culparme de sus problemas. Iba tan pasado a trabajar que el negocio empezó a hacer aguas. Las fiestas que montaba costaban más dinero del que podía ganar en un mes, pero ahora solamente importaba la fiesta, decía que así compensaba la vida de mierda que yo le hacía llevar. Los números no daban y en un año tuvo que cerrar la segunda discoteca.

La otra se sostenía porque los encargados no le permitieron meter mucha mano, ya que sus sueldos dependían de ella, pero él estaba allí siempre, dando una imagen lamentable; el ambiente de la discoteca cambió cuando sus nuevos amigos empezaron a ir con él y ahora sobrevive abierta por los pelos. Por ahora no da pérdidas, pero tampoco beneficios.

El caso es que la relación iba realmente mal y yo no sabía qué hacer. Cada vez que él se arrepentía y lloraba suplicando perdón, veía en sus ojos al Marco del que me enamoré. Pero cuando venía a casa con la mandíbula desencajada soltando improperios hacia mí, todo perdía sentido. Fueron dos años completos viendo nuestras vidas destruirse poco a poco, pasando miedo cada noche por si la Dama Blanca se lo llevaba por delante esa noche… Y decidí separarme. No pude más y, tras un año de amenazas y ultimátum, lo hice.

Hace 5 meses que firmamos el divorcio. Juró no querer ver mi cara ni en pintura. Yo salí tan mal del juzgado que me dio una crisis de ansiedad y perdí el conocimiento. Cuando me recuperé, estaba en el hospital atendida por una doctora encantadora que me felicitó por mi embarazo. Él estaba allí, al verme caer al suelo había llamado a una ambulancia y había venido conmigo. Me sujetaba la mano y decía que era una señal de que debíamos volver atrás, desandar lo andado y darle una oportunidad a nuestra familia. Casi me lo creí, pero no soy tan ingenua ya. En cuanto le llevé la contraria saliendo del hospital en cómo quería volver a casa me gritó y amenazó con pegarme.

Ahora solamente rezo porque la clínica en la que ingresó haga milagros. Podré estar ahí para él si me demuestra que lo ha dejado con pruebas médicas y lo ayudaré a tener una buena relación con nuestro hijo, pero tengo claro que, de no ser así, pelearé con uñas y dientes para que mi hijo no tenga que vivir toda la mierda que yo viví a su lado.

 

 

Escrito por Luna Purple basado en la historia real de una seguidora.

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