** Esta es la historia real de una lectora que no pretende romantizar una situación dura y nada aconsejable. Es sencillamente su vida, y da que pensar…**

 

La vida es muy fuerte, la realidad supera a la ficción y después de la tormenta viene la calma. Tres afirmaciones que puedo corroborar porque las he vivido en mi propia piel.

Desde que tengo uso de razón recuerdo sentir algo por mi actual pareja y futuro marido. Es el hermano mayor de mi mejor amiga y en ningún momento se me llegó a pasar por la cabeza la idea de que pudiéramos tener algo juntos, él jugaba en otra liga. O eso me repetía yo constantemente.

No quiero pararme mucho a describir cómo iba a casa de su hermana e intentaba ir constantemente al baño para poder asomarme a su habitación, cómo babeaba cada vez que venía a recogerla o revisar cómo le iba cuando estábamos en una discoteca o cómo con pocas palabras amables sin más conseguía que me pasara SEMANAS reviviendo esa escena. Es típica, la habéis escuchado antes y es tal cual la describen: amor imposible y de todo menos recíproco. 

Ahora bien, cómo acabamos juntos es de todo menos típico. Una noche aleatoria cuando tenía yo 20 años tiernos salí de fiesta con su hermana y para mi sorpresa vino él también. No sé qué vio en mi esa noche, pero lo tuve encima cada minuto. Conectamos, la noche que siempre había imaginado vivir. Salió todo tan redondo que acabé perdiendo la virginidad con él (él no tenía ni idea, por supuesto, me hubiera muerto antes de vergüenza que confesárselo), para mí fue perfecto, para él un polvo más.

¿Qué pasó con aquel polvo? Pues que al parecer era de hadas y me dejó embarazada del amor de mi vida, el cual pasaba de mí y me explicó bien clarito que ‘solo fue cosa de una noche’. Yo tenía 20 años, mi familia es MUY católica, yo no tengo ni idea de cómo se hacían las cosas y hasta que no estuve de 3 meses no me enteré de que estaba embarazada.

Me enteré sola, con un test que compré en la farmacia de otro pueblo, sin nadie sujetándome la mano, muerta de miedo. No compartí con nadie la información, ni con mis padres, ni con mi mejor amiga, ni con él. Pasé el embarazo sola, en silencio y sin tener ni idea de qué hacer. Como estoy gorda, nadie ‘lo notaba’, simplemente me soltaban comentarios del estilo ‘estás cogiendo peso eh, como te sigas pasando vas a acabar echar una bola’; pero evidentemente a nadie se le pasaba la idea de que pudiera estar embarazada.

Con siete meses fue la primera vez que decidí decirlo porque no podía más, porque eso era enorme, porque me quedaban dos meses para dar a luz y eso sí que no me creía capaz de hacerlo sola. Se lo conté a mi mejor amiga, la cual puso el grito en el cielo. ¿¡Pero cómo que siete meses?! ¿¡Pero cómo que es mi hermano y no se lo has dicho?! ¿¡Pero cómo que no me lo has dicho a mí?! ¿¡Pero cómo que no has ido al médico a hacerte revisiones?! ¿¡Pero cómo, pero cómo, pero cómo?!

Trazamos juntas un plan de marketing para contárselo a todo el mundo, la primera fue mi madre. Puso el grito en el cielo, le dio un ataque de ansiedad y tardó un día en hablarme. Después cambió el chip y fue la mejor aliada que he tenido en toda esta historia, se lo contamos juntas al resto de la familia, me acompañó al ginecólogo y no se separó de mi lado ni un minuto. Ya solo quedaba una cosa: el padre. 

Me moría. De vergüenza, de miedo y de ansiedad. Me creía incapaz de sentarme delante de él y decirle ‘estoy esperando una hija tuya que nace al mes que viene’. Fue en un parque, delante de una fuente, no reaccionó como me esperaba, pero es que tampoco sabía muy bien qué esperaba que pasara. Por aquel entonces él tenía novia, con la cual llevaba tres meses y a la que quería con locura como solo se quiere al principio de las relaciones.

Se puso nervioso, me petó a preguntas, le dije que no se preocupara, que no tenía que formar parte, que no quería su ayuda, que mi familia se encargaría de nosotros y que de verdad de corazón que no necesitaba nada de él. Pero me dijo que de eso nada, que él quería formar parte y que quería verla crecer, darle lo que necesitara y educarla.

¿Bien, no? Efectivamente, hasta que apareció mi suegra. Ahora con el paso del tiempo diré que la entiendo y que yo con mis hijos probablemente haría lo mismo, pero en aquel entonces apareció como la mala del cuento a cargarse lo poco bonito que había en la historia. Llegó diciendo que era una mentirosa, que esa niña que llevaba en mi vientre no era de su hijo, que era una fresca, que solo quería su dinero y que sin prueba de paternidad su hijo no daba ni un duro.

¿Madre coraje ella? Pues madre coraje también la mía. ‘Qué estás insinuando, que estás llamando a mi hija, ni prueba de paternidad ni leches, no queremos vuestro dinero para nada, os lo podéis meter por el culo’.

Yo en toda mi santa vida solo había follado una vez y fue con él, lo siguiente que tocó mi chocho fue mi hija saliendo por él. Así de drástica es mi existencia. Cuando la niña nació no cabía duda para nadie, era suya, tenía toda su santa cara, real que lo único que tiene esa niña mío es que ha salido de mi cuerpo, porque toda la carita es de su padre. Aún así hicimos prueba de paternidad, yo no quería dudas, no quería miradas, ni habladurías. Claramente salió que él era el padre. Se instauró la paz. 

Acordamos una mensualidad que él me pasaría para gastos, yo la cuidaría por las mañanas, él dos tardes a la semana y los fines de semana uno para él y uno para mí. Todo esto cuando pasara la lactancia, claro.

Su novia lo dejó porque la situación la superaba y no la culpo. Imagínate estar con un chico unos meses y que te diga al mes que viene voy a ser padre y me acabo de enterar, pues te saturas, claro.

Al principio todo era raro, distante. Pero su hermana hizo de nexo de unión, en lugar de irse él solo con la niña al parque, pues íbamos los cuatro: ella, la niña, él y yo. Empezamos a hablar de la peque, de cómo era, de cómo nos hacía reír, de cuánto la queríamos y poco a poco dejamos de vernos como enemigos y comenzamos a ser aliados. 

Su hermana fue desapareciendo sin que nos diéramos cuenta y ya todos los planes los hacíamos los tres, la niña se quedaba dormida en el carricoche y él y yo seguíamos hablando durante horas, ya no solo de la peque. Llegó un día en el que acompañándonos a casa de mis padres me besó sin yo esperármelo y… Y wow, es que solo puedo decir ‘wow’. Fue increíble.

De ahí a la boda que tenemos el mes que viene solo han pasado cuatro preciosos años siendo familia, dándonos tiempo y conociéndonos poco a poco. Los anillos los llevará la niña más bonita del mundo porque es el fiel reflejo de su padre, padrazo si me permitís.

¿Es así cómo me imaginaba mi historia de amor con el hombre de mi vida cuando la soñaba año tras año? ¿Es una historia preciosa que le recomiendo a todo el mundo? Ni de coña, pero es es genial porque es real, es nuestra y es única.

 

Anónimo

 

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