Enganchada a tontear: No quiero un novio, pero me paso el día tonteando

 

Me crie en un barrio del extrarradio de esos que parecen un pueblo pequeño. En los que casi todo el mundo se conoce y se establecen las mismas dinámicas que en una aldea. Durante mi adolescencia tenía que andar con mil ojos, porque siempre había quien le iba con el cuento a mis padres de esto o de aquello. Que si fumaba, que si me habían visto entrando no sé dónde, que si andaba con tal chaval… Lo típico.

A mí me importaba muy poco lo que la gente dijera de mí y, afortunadamente, mis padres tampoco les daban mucha bola a los cotilleos con los que les iban. Y menos mal, porque para cuando me independicé, mi fama de guarra ya había llegado a todos los rincones del barrio. Lo cual no deja de ser curioso, sobre todo si tenemos en cuenta que las había mucho más… promiscuas que yo incluso en mi propio bloque.

Mi problema es que yo suelo ir de frente por la vida, no me corto ni disimulo ni me ando con tonterías. Por lo que, aunque me había acostado con muchos menos chicos que la mayoría de mis compañeras del instituto, por ejemplo, la fama de puta la tenía yo. Me la había ganado porque me dedicaba a tontear con todo el que me apetecía, incluso aunque luego no llegara a nada más con ninguno.

Los años han pasado, he madurado y puede que también cambiado en algunos aspectos. Sin embargo, hay algo que no ha cambiado ni un ápice. Sigo enganchada a tontear: no quiero un novio, pero me paso el día tonteando. Es lo que hay conmigo y yo lo tengo más que asumido.

Lo hago incluso cuando estoy en una relación, mientras no es una cosa demasiado seria, creo. La verdad es que tampoco he tenido demasiadas relaciones serias como para poder decirlo con seguridad.

No lo puedo ni quiero evitar, el tonteo me da la vida. Me sube la autoestima, me gusta el efecto de la adrenalina que me produce. Me encanta el subidón que me da. Tal vez sea adicta, puede ser.

 

Enganchada a tontear: No quiero un novio, pero me paso el día tonteando

 

Me gusta el roneo, tantear mis posibilidades, saber hasta qué punto me sigue el rollo el hombre en cuestión. La mayoría de las veces ni siquiera tengo un objetivo que vaya más allá de ese breve instante de tonteo. No lo hago buscando una relación, ni siquiera un breve encuentro sexual. Es el coqueteo por el coqueteo. Porque sí, porque me gusta, me divierte. Porque intento ser cuidadosa, no pasarme de la raya y hacerlo solo con quien perciba que va a ir del mismo palo que yo.

Y porque quiero y no hago daño a nadie y ya está.

 

Anónimo

 

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