Tengo problemas de espalda desde muy pequeña, y para mí ya es más que una costumbre ir al fisio con asiduidad. Ciudad a la que me mudo, ciudad en la que me busco un fisio de confianza. Por motivos de trabajo, tuve que pasar varios meses en una nueva ciudad, así que, a las dos semanas de empezar, un compañero me recomendó una clínica de fisio y comencé a tratarme.

Me pasé una tarde por la clínica para pedir cita y me atendió una mujer. Le expliqué mi problema y me asignó a un fisio, al que llamaremos Pablo. Era la primera vez que me trataba un hombre. Llegó el día de la cita, entré por la puerta, y allí estaba él, esperándome. Un chico alto, delgado, moreno y de ojos oscuros. Poco más puedo aportar, porque con la mascarilla solo le veía media cara. Me pasó al habitáculo, me hizo unas pocas preguntas sobre mis dolencias y después nos pusimos manos a la obra.

Me tumbé en la camilla, con la espalda al descubierto, por lo que Pablo pudo ver uno de mis tatuajes (una partitura de mi canción favorita) y me preguntó si me gustaba la música. Empezamos a hablar del tema, y resultó que coincidíamos en gustos. Como era última hora de la tarde y ya no quedaban más compañeros trabajando, podía poner la música que le apeteciera. De fondo sonaba una playlist con canciones que me encantaban. Continuamos hablando y la conversación derivó en mil temas más, desde juegos que compartíamos con nuestros hermanos en la infancia, hasta qué nos gustaba cocinar cuando llegábamos a casa cansados del trabajo.

masaje

Como os podréis imaginar, salí de la primera sesión encantada. Habíamos tenido un feeling increíble y ya estaba deseando que llegase la siguiente semana para repetir.

Reconozco que soy bastante enamoradiza, pero esta vez mantuve los pies en la tierra y no paraba de repetirme a mí misma que quizá solo estaba siendo agradable. Por mi experiencia, sé de sobra que las y los fisioterapeutas te sacan bastante conversación para evadirte un poco del dolor que puedas sentir mientras te tratan, así que tampoco quise hacerme ilusiones. 

Llegó la siguiente sesión, y fue más de lo mismo. Pero esta vez hasta me gastaba bromas, se metía conmigo y yo con él, nos reímos mogollón e incluso me recomendó algunas series y pelis. Yo estaba viviendo una etapa bastante estresante y la verdad es que esas sesiones me estaban dando la vida. 

Después de estos primeros encuentros, pasé algunas semanas sin verle. Por el momento me encontraba mejor de la espalda y no necesité más tratamiento. Pero, por suerte o por desgracia, mi espalda volvió a doler, y le pedí otra cita. Esta vez fui al mediodía, así que nada de poner de fondo la música que nos gustaba. Me dijo que en la próxima ocasión viniera hacia el final de la tarde para poder estar solos y poner nuestras canciones. Pensé que me lo decía con segundas intenciones y empecé a ilusionarme más. Ese día le llevé un trozo de bizcocho que me había sobrado para que merendara. Tuvo que quitarse la mascarilla para probarlo, por lo que por fin puede verle la cara. Realmente era un chico normal, pero a mí me pareció guapísimo.

Supongo que lo bien que me caía y lo mucho que me atraía su forma de ser contribuyó a que lo viera de ese modo.

Nos pusimos a la faena y en esta ocasión me contó cómo había decidido mudarse a esa ciudad, me habló de su familia, de lo mucho que adoraba a su madre y de los problemas que había tenido con su padre. Incluso llegamos a tontear un poco. No sé, sentía que estábamos muy cómodos el uno con el otro, y yo estaba deseando pedirle una cita fuera de la clínica para conocernos mejor. Nunca me atreví porque no estaba segura de si la política de empresa o el código de los fisios le permitía quedar a tomar algo con una paciente. Además, mis días en esa ciudad estaban contados, y unas semanas después tendría que volver a casa.

fisio

Tuve mi última sesión con él, un par de días antes de marcharme, pero en ese momento tenía otros problemas en la cabeza y no quise sumar más nerviosismo a mi vida “obligándome” a proponerle una quedada para despedirnos. Así que lo dejé pasar. Por otro lado me daba pena que, después del feeling que habíamos tenido, todo se quedara en nada. Finalmente me armé de valor, y el mismo día que dejaba la ciudad, justo antes de marcharme, me pasé por la clínica. Sabía que él no estaría allí, por lo que le dejé un regalito con una nota en la que le agradecía lo bien que me había tratado, además de escribirle mi número de teléfono. Le dejé el recado a la chica que me había atendido el primer día, y ella se lo daría a él esa misma tarde.

Pasé un par de días sin recibir noticias suyas, así de que di por sentado que Pablo no me escribiría. Yo ya estaba en mi ciudad haciendo mi vida, cuando de pronto me llega un whatsapp de un número que no tenía guardado. Era él, dándome las gracias por el regalo y pidiendo disculpas por haber tardado tanto en escribirme. Me preguntaba qué tal había sido la vuelta a casa, cómo estaba de mi espalda y todas esas cosas. Yo pensaba “jo, qué majo, seguro que le intereso”. Le pregunté si le había gustado el detallito que le había regalado, y su respuesta fue, textualmente:

“Siiii, me hizo mucha ilusión llegar a la clínica y ver a mi novia con un regalo… pensé que era suyo, pero luego me dijo que no, que era de una paciente, y ya al momento imaginé que sería tuyo”.

Sí, habéis leído bien, su novia. Yo no entendía nada. ¿En qué momento su novia le dio mi regalo? Sin andarme con rodeos le pregunté quién era ella. Resultó ser la mujer que me atendió la primera vez, a la misma a la que le dejé el regalo con la tarjeta con mi número de teléfono. Os podéis imaginar mi cara cuando leí eso. He hecho muchas cosas en mi vida, y el ridículo es, sin duda, una de ellas.

No quiero ni pensar qué pensaría ella al ver a una paciente dejándole el número de teléfono a su chico, porque estoy segura de que él le enseñaría la nota, o al menos le contaría lo que ponía. Menos mal que soy un poco cortada y no le tiré la caña a saco ni le escribí nada subido de tono.

En fin, no me quedó más remedio que afrontar la situación, darle de nuevo las gracias por todo a mi fisio y terminar ahí nuestra conversación por WhatsApp.

Me quedo con lo majo que fue Pablo conmigo y con lo mucho que nos reímos, pero la próxima vez me aseguraré de conocer la situación sentimental de las personas con las que intente ligar.

 

Sexy Sadie