Compartir tiempo con una persona a la que quieres, con la que te gusta estar, con la que tienes cosas en común y que sientes que te escucha. Que pasen los meses, los años. Y, poco a poco, ir descubriendo que no conectáis como antes, que cada vez te molestan más cosas de las que hace o dice, hasta evitarla.

Esto que describo podría ser cualquier relación de pareja, pero no. Pongo el foco en una relación de amistad de años en la que, como pasa con las/os novias/os, ha sobrevenido el desamor. Y ahora, ¿qué hacemos?

Uña y carne

No voy a decir que tuviéramos una relación de amistad idílica, porque siempre hemos tenido nuestras diferencias, pero las encajábamos bien. A ella le gustaba la tecno-rumba, a mí el pop. Su plan predilecto era pasar una jornada de compras, el mío hacer maratón de películas. Son ejemplos nimios, pero ilustrativos cuando se trata de una relación de amistad en plena veintena.

Lo importante era que confiábamos la una en la otra, nos lo contábamos todo y nos escuchábamos. Nos gustaba salir, hablar con la gente, beber y acabar desayunando porquerías en el primer bar que abriera por la mañana. La juventud.

A medida que crecimos, fueron apareciendo otras personas en el camino con las que conectábamos más. Yo me cambié de ciudad, fui cultivando aficiones diferentes a las suyas y comencé a tener otros intereses. Lo normal, ¿no? En un grupo de amigas van cambiando las afinidades, como cambian los estilos de vida y los objetivos. No hay nada que lamentar, es solo el discurrir de las circunstancias personales.

Lo que de verdad desune no es que unas tengan novios/as y otras sigan solteras, que unas tengan hijos/as y otras no, que unas puedan permitirse viajazos a la otra punta del mundo y otras se den con un canto si pueden pasar una semana en la playa a dos horas de casa. Lo que desune son las maneras de pensar y las perspectivas. Eso sí que cambia el mapa de afectos.

Lo nuestro ha terminado

He constatado recientemente que, entre nosotras dos, solo los recuerdos sirven de leña a la hoguerita que nos ha quedado. Hubo un tiempo en el que traté de convencerme de que no estábamos tan desunidas como yo creía, y que simplemente entraba en bucle con ella por algo que había hecho o dicho en nuestro último encuentro. Pero, cuando nos volvíamos a encontrar, estábamos bien. Espejismos.

Lo cierto es que cada vez hay más cosas que me molestan, y puede que al revés suceda también. Cada vez más hace comentarios que me irritan en el momento y a posteriori, y que pueden ser sobre asuntos triviales o que, para mí, son importantes. Hasta el punto de preferir no verla. Me da pena porque sé que ella me sigue considerando parte de su círculo íntimo, y porque es buena persona. Pero, precisamente por eso, lo mismo conviene poner límites antes de herirla.

El problema con el desamor entre amigas es que la relación no se cierra como cuando terminas con una pareja. A través de casos propios y de mi entorno, he constatado que se opta por la evitación y la relación se va enfriando, hasta llegar al punto de saludar de lejos a alguien que, unos años antes, lo sabía todo de ti. Si no hay una discusión que motive la ruptura, esta no se produce.

¿Es este enfriamiento progresivo y aparentemente indiferente la mejor manera de cerrar una etapa con alguien? Me refiero a alguien que sigue siendo cercana. ¿Cómo se corta con una amiga con la que no te ha pasado nada concreto? Solo que habéis tenido una evolución diferente que no os hace mejores a ninguna de las dos respecto a la otra, pero sí provoca choques. Incluso incomodidades. El desamor.

No me veo capaz de decirle que ya no me gusta, y las excusas para planes que proponga, o en los que tengamos que coincidir, me suenan a lenta agonía. La situación me provoca cierto desasosiego, y la única solución que le veo es enviarla a los últimos anillos de mis círculos de relaciones (para saber a qué me refiero, podéis ver el diagrama de las Zonas de Privacidad de Sheldon Cooper). Mantendré con ella la misma relación que mantengo con esas personas de mi extrarradio particular.

Anónimo

 

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