El nuevo drama de mi vida: cumplir 26 años. Estoy pasando la famosa crisis de los 40 con años de antelación para que así no me pille en bragas.

Es que esto es surrealista, me siento como si toda mi juventud se acabase. Se va. Adiós. Au revoir. Saca un pañuelo blanco y lo agita para despedirse mientras sale de mi vida en plan telenovela.

Ahora ya en serio, sé que no soy la única a la que esta pandemia le ha afectado muchísimo. Es evidente que la salud mental se ha deteriorado muchísimo con los cambios que estamos viviendo, pero a veces me da la sensación de que a todo el mundo le han dado un manual de instrucciones sobre qué hacer con su vida y que yo, ese manual, lo he perdido por el camino.

Venía de hacer cambios radicales en mi vida: dejar un trabajo que no me hacía feliz, empezar a viajar más, vivir con mis compañeras de piso, una (casi) relación a distancia y, sobre todo, muchísima vida social y salir de fiesta. Con el confinamiento tuve que renunciar a esos cambios de golpe. El dinero no me daba para mantener un piso por lo que volví a casa de mis padres. La vida social era imposible. Encontrar trabajo (siendo yo camarera) no era factible ya que estaban todos los locales cerrados y lo mismo con salir de fiesta. 

Sin embargo yo me aferraba a la famosa desescalada. En mayo de 2020 cumplí 24 años y pude ir a celebrarlo con mis amigas yendo a comer a un restaurante. Estaba pletórica, para mí era el principio de recuperar las riendas de mi vida. Mientras comíamos mi mejor amiga me miró y me dijo “mi novio y yo hemos decidido que vamos a tener un hijo”. 

Y ahora estamos en 2022. Ese momento lo recuerdo perfectamente porque pensé “el mundo sigue girando y no me espera”. Mi mejor amiga tiene ya un hijo de casi un año. Otra de ellas (la más joven) está en la universidad y las que tenía en la ciudad en la que vivía antes de volver a casa de mis padres tienen un trabajo estable, una pareja con la que se han mudado… Todo sigue su ritmo y yo siento que me he quedado completamente quieta, sin saber qué hacer mientras espero unas instrucciones que no llegan. 

Ahora, dos años más tarde, me veo capaz de empezar a moverme pero el miedo no es algo que se pueda vencer de la noche a la mañana. ¿Miedo a qué? me pregunto constantemente. A nada más y nada menos que el fracaso. Miedo a no volver a tener mi vida anterior, esa de la que tanto me quejaba porque no se acercaba a mi modelo ideal de futuro. En el fondo sé que ese es el problema, que persigo un ideal que no existe.

 

Cuando aún no he cumplido los 26, me veo sentada en frente del escritorio de cuando era adolescente, estudiando para una prueba de acceso a una FP mientras pienso “¿no soy demasiado mayor para estudiar? Cuando acabe el curso tendré 28 años”

¿Y sabéis qué? que no. No soy demasiado mayor. Ni ahora ni cuando tenga 30. Tampoco con 38 años seré demasiado mayor, y así podría seguir diciendo edades hasta que se me acaben. Estoy harta de que nos hayan vendido un modelo de éxito totalmente inalcanzable basado en una idea de “juventud” que cada día me parece más estúpida. No sé si alguna de vosotras también se siente así pero por si alguien necesita leerlo: que te sude el coño tu edad. Estudia, empieza a practicar un nuevo deporte, aprende a cocinar, haz pole dance, ganchillo, dibuja desnudos artísticos o que alguien te dibuje a ti. 

La vida nunca va a ser como esperamos y sí, es una mierda. Pero eso no significa que no podamos disfrutar de lo que tenemos y sobre todo, de lo nuevo que podamos llegar a tener.

Rocío