La crisis de los 30: cómo la estoy llevando

 

Mal. Fatal. Estoy en uno de los momentos personales más complicados de mi vida. Se supone que he cumplido con todo lo que se esperaba de mí y… ¡sorpresa! No era eso lo que me hacía feliz. Estos años me he sentido tan perdida, que tengo la necesidad de hablar de la crisis de los 30 por si alguna compañera más comparte este sentimiento. 

Con 30 años y casada 

Me casé con 26 años, después de haber pasado unos “locos años 20”. En ese momento, sentí la necesidad de estabilidad y eso me empujó a casarme al año y medio de conocer a mi pareja. Pronto, sí. Lo sé. Y a día de hoy no lo haría, pero sentí la presión de “parar”, de tirar de las riendas de ese caballo desbocado que era mi vida. 

Quiero a mi marido, pero hemos quemado etapas demasiado rápido y eso ha resentido la relación. Pese a nuestra juventud, nuestro entorno insistía: “Yo me casé más joven”, “Los jóvenes de hoy en día esperan a tenerlo todo antes de casarte”. Pasamos miseria por no esperar un poco a tenerlo todo un poco más atado. #Consejodeldía: espera. 

Cumplir los 30 y ser madre 

Al año años de casados, sufrimos la pregunta de siempre: “¿Para cuándo los niños?”, como si a nuestra relación les faltase algo. El avasallamiento fue tal que, sin darnos ni cuenta, nos entró prisa por ser padres. El ‘tic-tac’ biológico nos sonaba como una alarma a primera hora de la mañana un día laboral.

Me costó tres años quedarme embarazada y varios tratamientos de fertilidad fallidos, para acabar quedándome embarazada por método natural cuando dejé de buscar. 

Nació mi bebé y sufrí depresión posparto. La maternidad me quedó grande. 

Tener 30 años y llevar 8 en el mismo trabajo 

Cambié tres veces de carrera hasta encontrar una que encajase conmigo. Desde que salí de la universidad, nunca me ha faltado trabajo y desde hace 8 años conservo el mismo. Lejos de sentirme satisfecha, cada mañana me levanto queriendo mandar a la mierda todo. Mis condiciones se han mantenido a lo largo de los años y trabajo con una pistola en la nuca, pero se supone que es un buen trabajo en una gran empresa. 

¿Y qué siento? 

Tristeza. Estudié una carrera, me casé, soy madre y tengo un trabajo estable. ¿Qué coño pasa que no soy feliz? “¿Por qué te quejas? Si eres una privilegiada”, me dicen; como si tuviese la “obligatoriedad” de ser feliz.  

Me he llegado a sentir una gran fracasada, una inconformista por antonomasia. Incluso, ¿caprichosa? 

Normalmente, la crisis de los 30 surge por la presión social de tener todo lo que yo tengo y no alcanzarlo, pero es que tenerlo tampoco te hace feliz. Entendí que a veces somos víctimas de un sistema que nos dicta cómo deben ser nuestras vidas y que, si bien es un error propio aceptar sus órdenes, en ocasiones entras en un bucle de aceptación que te ciega. Lo más importante es que no te culpes. 

Tengo 33 años, tras llevar más de 3 años pérdida he llegado a comprender que el matrimonio está sobrevalorado; quizá estás mejor solo, compartiendo piso con una amistad o en una relación no monógama. ¡Ah! Y divorciarte no es sinónimo de derrota. ¿Tener hijos? Oye, la felicidad también se puede encontrar sin ellos o con tus mascotas. ¿Trabajo estable? Ayuda, sí, pero si necesitas cambiar, montar tu propio tinglado, qué le peten a la antigüedad. Está claro que las facturas hay que pagarlas, pero seguro que somos capaces de asumir algún riesgo que nos permita trabajar para vivir no vivir para trabajar.

Si has llegado a los 30 años, enhorabuena. Es solo un número. Aspira a tener salud y amor propio, el resto… llegará o no, pero lo importante es que hagas lo que hagas y decidas lo que decidas te haga feliz. 

 

Anónimo