Experiencia real en un club de swingers

Nunca se puede decir “de esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre”, porque la vida da muchas vueltas y lo que un día te parece impensable, otro día no te parece tan mala idea. Justo esto es lo que me pasó a mí el verano pasado. 

Llevaba con mi pareja 10 años y, aunque le quería mucho y la relación no iba mal, la monotonía había hecho lo suyo y estábamos un poco estancados, sobre todo en el tema sexual. Nunca antes había barajado ir a un club de intercambio de parejas, de hecho, tenía el prejuicio de que los que iban a esos lugares eran los típicos babosos cincuentones y de ahí para arriba. ¡Qué equivocada estaba, amigas!

Mi novio y yo estábamos de vacaciones en Málaga y nos habían contado que allí había un club de swingers bastante conocido. Bromeando dijimos que quizás nos dejábamos ver por allí esa noche, y de broma en broma…allí acabamos. Habíamos estado tomando unas copas en el bar del hotel y por la zona no es que hubiera mucha opción de ocio, pero estaba ese local y decidimos tomarnos la última ahí.

Al llegar, los dos estábamos bastante cortados, con la típica risa nerviosa de no saber qué nos íbamos a encontrar ahí dentro. Hicimos el pago en una especie de garita que no dejaba ver el interior del local, y después nos abrieron una cortina para acceder. Entramos a un salón bastante grande, con una barra tipo bar y una sala con sofás, sillones y barras americanas. Esta era la sala principal, de la que se podían ver accesos a otras salas mas escondidas. 

En la sala principal había poca gente. Sobre todo, hombres tomándose algo en la barra. Al entrar, noté como los ojos de todos se clavaban en mí y me sentí como un indefenso conejito con depredadores alrededor. La primera sensación no fue buena y mis prejuicios volvieron a mi mente. 

Mi pareja y yo decidimos pedirnos una copa e inspeccionar un poco las demás salas, aquellas que no se veían a simple vista. Primero entramos en una pequeña habitación en la que había muy poca luz y se intuía una jaula, parecida a la que se podría ver en un calabozo, con esposas y temática “sado”. No era lo nuestro, así que entramos a otra sala que dejaba ver una puerta de acceso a una terraza al final. Fuimos a la terraza para tomarnos nuestra copa y ahí vimos muchas parejas diferentes, algunas hablando entre ellas, otras más tímidas hojeando a los demás y un grupo de unas 10 personas jugando a un juego erótico en el que les tocaba ir haciendo diferentes pruebas sexuales unos con otros.

Diría que nosotros éramos del segundo grupo, todavía algo tímidos, observando un poco ese lugar donde nos sentíamos un poco extraterrestres. Entonces los vimos, una pareja de más o menos nuestra edad, solos, mirándonos. A primera vista parecían tan perdidos como nosotros, pero nada más lejos de la realidad… Se acercaron al sofá donde estábamos sentados, cogieron dos “pufs” y se pusieron a nuestro lado. El chico, que se llamaba Luis, estaba muy cerca de mí, incluso me rozaba con su rodilla. La chica, Lucía, se sentó próxima a mi novio. Eran una pareja muy simpática y al cabo de unas pocas frases intercambiadas, me di cuenta de que no era su primera vez allí. Parecían tímidos, pero no lo eran. Nos vieron allí y nos eligieron como su posible pareja de intercambio de esa noche.

Después de un par de copas mientras charlábamos, nos propusieron pasar a una sala donde había muchas camas juntas, separadas las unas de las otras tan solo con unas cortinas de tul transparentes. Por supuesto esas cortinas dejaban ver todo lo que algunas parejas estaban haciendo, pero daban una pequeña sensación de privacidad.

Luis y Lucía nos preguntaron si queríamos unirnos a ellos en una de esas camas o si preferíamos quedarnos solos en la de al lado, y mirarnos mientras lo hacíamos con nuestras parejas. Como era nuestra primera vez, elegimos la segunda opción.

Nunca hubiera imaginado lo cachonda que podía ponerme una experiencia así. Mientras mi novio me besaba y me tocaba, mi mirada se centraba en la de Luis, que también me miraba con ganas de ser él quien me tocaba. Tras un buen rato de jadeos propios y de nuestros vecinos, Lucía nos preguntó si queríamos hacer intercambio, así mi pareja pasaría con ella y Luis vendría a mi cama… Mi chico me miró y en su mirada vi que tenía muchas ganas, pero no más que las mías…así que accedimos.

Fue una de las mejores experiencias sexuales de mi vida. Disfruté muchísimo con Luis, pero también porque vi como mi pareja disfrutaba. Así que chicas, no tengáis prejuicios porque nunca sabéis donde podéis acabar, y lo mucho que podéis gozar.

 

Marieta