MI EXPERIENCIA EN UN CLUB SWINGER

Hace unos años tuve una relación poliamorosa. Fue una de las más importantes de mi vida, por no decir la que más. Al final, este tipo de relaciones te hacen salir de tu zona de confort, replantearte muchas conductas y creencias que tenías arraigadas hasta la médula, y el crecimiento personal que adquieres es inimaginable. 

Aparte de todo el trabajo emocional que conlleva, también se experimentan muchas situaciones nuevas. Al fin y al cabo, tu pareja tiene relaciones con otras personas, y esto es algo que no está en la norma de las relaciones “convencionales”. 

A lo que voy es a que a mi chico y a mí nos apetecía experimentar sexualmente, así que investigamos un poco y decidimos ir a un local swinger. Por favor, que nadie asocie el poliamor al mundo swinger. Después de esta experiencia me ha quedado bastante confirmado que al mundo swinger le falta mucho por trabajar en lo que a ética se refiere. Y sobra decir que, el hecho de que una persona practique el poliamor no implica que se dedique a realizar este tipo de actividades. En fin, yo he venido aquí a contaros mi experiencia. 

Como decía, mi pareja y yo investigamos un poco porque queríamos ver bien en qué tipo de ambiente nos estábamos metiendo y básicamente no acabar en un puticlub. Así que encontramos este sitio, cuyo anonimato voy a mantener. Nos quedaba bastante cerca de la ciudad en la que vivíamos y era económicamente asequible. Entramos en la página web y parecía un sitio bastante moderno. Pintaba bien. También vimos que ofrecían fiestas para gente joven, por lo que pensamos que acudirían personas de nuestra edad (pongamos entre veinte y treinta años). En fin, que no parecía un antro de mala muerte. 

Así que allá fuimos. Me compré un vestido increíble para la ocasión y me armé de autoestima y valor para lo que se venía. Llegamos al local, y bueno, supongo que lo típico de este tipo de sitios es que por fuera son super discretos. Nadie diría que estás a punto de entrar en un local swinger, más bien parecía un portal de un edificio residencial cualquiera. Llamamos al timbre, y nos abrió una señora (la encargada) que podría pasar perfectamente por la madame de un burdel. Esto, sumado a que el hall estaba decorado de rojo, con plumas y espejos por todas partes, no nos dio muchísima confianza, pero ya que estábamos allí, nos lanzamos a la piscina. 

Antes de nada, la encargada nos hizo un tour. El local era enorme. Había una zona de bar con unas mesas al lado y otra zona de sofás. Los hombres solo tenían acceso a las mesas, a menos que una mujer o una pareja los invitara a acceder a las demás instalaciones. Daba un poco de mal rollo ver a hombres allí sentados, observando el panorama a la espera de que alguna persona les invitara a pasar. Al fondo, podías acceder a una sala que parecía una discoteca, pero que tenía glory holes y una especie de barrotes a través de los cuales los hombres podían sobarte. Había otra puerta que llevaba a un pasillo donde se encontraban todas las habitaciones, otra zona de sofás para montarte una orgía o lo que te apeteciera, y al fondo, el baño. 

En el baño había taquillas para dejar lo que quisieras, y además disponías de una sábana para no dejar restos humanos allá donde fueras a practicar el acto, un pareo por si querías desnudarte (el local, además de swinger, era naturista) y algunos preservativos. Tenía duchas, baño y, como no podía ser de otra forma, un bidé con su bote de Chilly Gel para lavarte el chumino después de pecar. 

Mi pareja y yo empezamos por tomarnos algo y observar el panorama. Habíamos llegado relativamente pronto al local, y aun no había mucho ambiente. Además, necesitábamos bajar un poco los nervios (sobre todo él) y entrar en materia. Nuestra idea para ese día era hacer toma de contacto. No íbamos con las expectativas muy altas, pero cuando empezó a subirse el alcohol un poco, empezamos a meternos mano en la zona de sofás que estaba junto al bar. De ahí pasamos a una de las habitaciones, de momento a solas, para echar un kiki. Entre los nervios y la música de discoteca a tope, no es que fuera uno de los mejores polvos de nuestra vida, pero eso que nos llevamos. Después volvimos a los sofás a seguir echando otro vistazo, a ver qué se cocía por allí.

El club se empezó a llenar, pero la media de edad de los usuarios allí presentes sería de unos 45 años. Había señores que podrían ser mi abuelo, así que no resultó ser el ambiente que esperábamos. Más tarde decidimos dar otro paseo por la zona de las habitaciones, y a mi chico se le ocurrió comerme todo el asunto en un diván que había en el medio del pasillo rodeado de unas cortinas que no tapaban nada. Al principio la gente estaba más tímida, pero según iba avanzando la noche se animaban a mirar. Más de uno se asomó por allí para ver qué hacíamos.

Cuando acabamos, dejamos el diván y nos asomamos a la habitación en la que habíamos estado al principio de la noche. Había una pareja un poco más joven haciéndolo, y mi novio y yo nos quedamos en la puerta, observando. Me vine arriba, o más bien abajo, y me dispuse a comérselo todo allí mismo mientras disfrutábamos de la escena. La pareja de desconocidos nos invitó a pasar, pero no nos atrevimos a tanto. 

Por último, pasamos a otra habitación que no tenía puerta. Junto a la cama había una especie de ventanita con rendijas, que daba al sofá de las orgías, donde ya había un montón de parejas manteniendo relaciones. Nos dispusimos a echar otro polvo, y mientras lo hacíamos yo podía observar a otras parejas disfrutando a través de la ventanita. La pareja joven apareció de pronto, y esta vez fueron ellos los que se quedaron junto a la puerta, repitiendo lo mismo que habíamos hecho nosotros antes. Y nuevamente, no llegamos a más.

Después de ese último polvo, mi chico y yo decidimos que ya habíamos tenido suficiente toma de contacto, y nos fuimos. En parte me quedé con ganas de haber hecho algo más, pero, para ser la primera vez, no estuvo mal.

¿Recomendaría la experiencia? Yo diría que sí. No había personas raras haciendo cosas raras, todo era bastante normal dentro de lo que cabe, y la gente suele ser muy respetuosa. Es cierto que son sitios en los que se sexualiza bastante a las mujeres (la camarera del bar iba vestida con lencería y el camarero con camisa y vaqueros), pero en ningún momento me sentí incómoda ni invadida. Puedo decir que volvería a repetirlo en un futuro, solo que la próxima vez, si me invitan a unirme, diré que sí.

 

Sexy Sadie