¡Qué nostalgia pensar en mis años universitarios y qué historias me vienen a la cabeza! Entonces vivía en el típico piso de estudiantes que los fines de semana se quedaba libre. Normalmente solía irme a mi pueblo, pero ese finde me quedé porque tenía que acabar unos trabajos. Mi amigo Alberto me llamó para ver qué hacía. 

Alberto era un chico que había conocido hacía un año, era gay y además tenía mucha pluma, la cual nunca intentaba disimular, la mostraba con orgullo. A mi me encantaba su forma de ser, y siempre que nos veíamos las risas estaban aseguradas. 

Cuando me llamó, me dijo que esa noche iba a quedar con un chico que había conocido por internet. Solía quedar con chicos supuestamente heteros, que tenían su familia, estaban casados y en su tiempo libre, les gustaba quedar con hombres gays para tener sexo. Yo no entendía muy bien por qué le gustaba quedar con ese perfil de chicos, pero le respetaba. Me comentó entonces que quería quedar con este chico, felizmente casado con una mujer, pero que no sabía donde ir, ya que Alberto vivía con sus padres por aquel entonces. Una, que es buena amiga y que no quería pasarse el sábado sola, le dijo que se vinieran a casa si querían, que les dejaba mi habitación un rato. Por supuesto, mi amigo aceptó sin dudarlo.

Llegó la noche y les estaba esperando en el salón con unas cervezas. Al entrar por la puerta, vi que el ligue de mi amigo no paraba de mirarme con una cara de sorpresa. No le di mas importancia. Nos tomamos las cervezas y mi amigo convenció al chico para ir a la habitación. No veía que el otro estuviera muy por la labor y casi accedió a regañadientes. Yo me quedé en el salón viendo la tele y a los 5 minutos Alberto apareció con la cara desencajada.

Le pregunté qué había pasado a lo que me contestó: “Me dice este que no quiere liarse conmigo, que te ha visto y le gustas más tú.” No pude reaccionar al momento, me quedé hojiplática y le dije: “¿Qué me estás contando?” a lo que me dijo que sí, que el tío caradura le había dicho que le dejaba chupársela a condición de enrollarse conmigo, que si no, no. 

En ese momento me pregunté que dónde estaban las cámaras y que ya era hora de que me dieran el ramo de flores, pero que va… todo era real, como la vida misma. Por supuesto no accedí, pero lo que peor me supo fue que Alberto no lo vio una mala idea. Ten amigos para esto…

Alberto al ver mi negativa se lo dijo al “hetero curioso” y este decidió irse de casa, no sin antes acercarse a mí y decime que era muy guapa y que le encantaría tener algo conmigo, que si quería su número. Ahí, delante de mi amigo, sudándosela entera.

Le contesté que no, que no quería ni su número ni estaba interesada en nada con él, y ahí se fue, sin mamada por parte de mi amigo ni, por supuesto, mi número de teléfono.

 

Marieta