Aquí tenéis de vuelta a la grande, la poderosa, la increíble: Tornado de Villalba. Probablemente me recordéis por ser la mujer que se abrió la cabeza mientras le comían el coño. Sí soy.

Como ya sabéis y si no lo sabéis os lo resumo: me gusta follar, me encanta follar, amo follar. Por eso lo hago mucho y con muchas personas, la pandemia terminó, el estado de alarma acabó, la segunda dosis a mi cuerpo llegó y queridas mías: ESTAMOS READYS PARA DARLO TODO OTRA VEZ.

He tenido un verano movidito, he salido de mi cascarón dispuesta a buscar penes solidarios que colaboren con este pobre chocho que estaba al borde de la muerte, motivo clínico del mismo: hambre. Así es, queridas mías, tenía el chocho hambriento. ¿Y qué se hace cuando tienes hambre? Pues te descargas una aplicación y pides comida a domicilio si tienes el frigo vacío, ¿no? Pues lo mismo con los chochos, amores. Abrí el Tinder y a mirar el menú, a ver qué me apetecía aquella noche.

Se me presentaron varias opciones apetecibles: algún que otro alemán, un par de ingleses, un francés… Pero estaba yo fogosa, así me decidí a buscar por la estepa rusa, para encontrar contraste. Vladimir, 33 años, rubio, poderoso, pinta de empotrador, de Khal Drogo albino. Quedamos en su casa, yo ya le avisé que iba directa al pan, que nada de restaurantes ni cafeterías, que yo el tiempo no estaba para perderlo.

El señor evidentemente encantado me abre la puerta, con (atención chicas) UN PANTALÓN DE CHANDAL GRIS y nada más. Repito las mayúsculas y marco la negrita: SOLO LLEVABA PUESTO UN PANTALÓN DE CHANDAL GRIS. Hay peña con fetiches muy raros, no es mi caso, yo soy una básica, a mí me das un PANTALÓN DE CHANDAL GRIS y ya me tienes el chocho tiritando.

Lo miro de arriba abajo y antes de entrar digo: ¡Viva la madre Rusia! y me contesta: ¡Viva! Mientras se ríe y me comenta que las españolas estamos muy locas, en un perfecto español que no me pasa por alto. Me hubiera encantado pararme a hablar con él sobre cuántos años llevaba en España, sobre por qué hablaba tan bien nuestro idioma y esas cosas que se preguntan en un primer encuentro, pero para qué os voy a mentir: me apetecía más comerle el tanque soviético. 

Así que directamente le pregunto:

-¿Tienes vodka?

-Claro, soy ruso.

-Ay hijo, pues yo qué sé.

-¿Quieres un chupito?

-¿No tienes una tónica a mano o una fantita de limón?

-El vodka se bebe solo.

-Ale pues bueno, volvamos a la adolescencia.

Y vaya si volví a la adolescencía… ¡¡¡KNEBEP DEL MERCADONA que me sacó el Putin de pacotilla!!!

Le pregunté que si en serio tenía solo eso, me dijo que bebía mucho y no se podía permitir más… Si lo llego a saber me pillo yo un Smirnoff aunque sea antes de subir, pero bueno, ya era demasiado tarde para arrepentirse, así que haya fuimos Stalin y yo: a chupitos de Knebep entre mamada y mamada. ¿El desaste se ve venir, no? Pues peor.

El polvo fue un poco sin más, pero nada que no esperásemos. Buen dique de carga, egoístamente usado, me corrí porque soy la puta ama y me conozco perfectamente, pero el colega puso de su parte el pene, poquito más. Pero eso sí: era un buen pene, todo hay que decirlo.

Ahí estoy yo cual amazona cabalgando por la Plaza Roja como si fuera una Romanov más cuando de repente… ¡ZAS! Retortijón sin previo aviso a la vuelta de la esquina. Pero no retortijón de ‘ay me duele la tripita’, retortijón de doblarme por la mitad mientras mis tripas invocan una ambulancia sin pedirme permiso. Me bajo del caballo, me agarro la tripa y le digo: ‘creo que me ha sentado mal el vodka’.

El pobre Vladimir me muestra dónde tiene el baño, entro dentro y empieza a sonar por todas partes ‘en la noche fatal’ del mismísimo Rasputín en la película de Anastasia. Una tormenta de pedos salió de mi bello culo, pero no pedos sutiles no, pedos de mascletá pura y dura. Yo me quería MORIR de la vergüenza. ¿Pero qué pretendía? Me había apretado un McDonalds antes de beberme seis chupitos de vodka de cuatro euros mientras follaba con un ruso después de meses sin catar rabo, ¡poco me estaba pasando!

Finalmente pararon los gases para darle la bienvenida a la caca más grande que he hecho en mi vida, no quiero ser escatológica, de verdad que no, pero básicamente era GIGANTE. Yo creo que era porque se adaptó al ambiente y se convirtió en Matrioska, tengo la teoría de que ese zurullo estaba hecho de muchos zurullos porque si no, no me lo explico.

Me encantaría deciros que tiré de la cadena y aquello se coló, pero evidentemente no porque no cabía. Yo es que siempre he sido de caca dura, ¿sabéis? Así que esa no iba a ser menos. Me propuse partirla por la mitad de alguna manera, pero echando un vistazo al baño del chico no se me ocurría qué utensilio utilizar, así que después de varios rezos a la virgen de la Macarena, cinco intentos inútiles de tirar de la cadena (pido perdón al planeta desde aquí) y ya no saber qué hacer opté por lo más fácil: cerrar la tapa y salir corriendo. 

Me fui de allí sin mirar atrás, dejándole al pobre Vladimir una caca que no colaba del tamaño de un feto sietemesino.

Niños y niñas la moraleja de esta historia es: si vas a beber garrafón, no cenes McDonalds; si vas a casa de un desconocido pregunta qué clase de alcohol tiene dentro que ya tenemos una edad; lleva siempre un palo en el bolso por si te toca partir tu propia mierda por la mitad.

Fdo: La tornado de Villalba