FOLLÉ CON SU AMIGO Y ME JUZGARON A MÍ, PERO NO A ÉL 

Conocí a un chico por Instagram, le llamaremos “chico origen”. En esa época tenía pareja y simplemente lo conocí como amigo con el cual compartir hobbies. Empezamos a hablar de más,  quedábamos para ir a la biblioteca a coger libros y compartir gustos. Con el paso de los meses lo  dejé con mi pareja y seguí quedando con el chico. Me di cuenta que yo a él le gustaba, pero él no  era mi tipo, aunque no me importaba porque realmente no lo veía como algo más. 

Al final consolidamos la amistad, me presentó a sus amigos y nos íbamos de fiesta todos juntos.  

Con uno de sus amigos del grupo hice muy buenas migas(a éste le llamaremos “el amigo”), teníamos  el mismo tipo de humor y congeniamos a la primera. La primera noche que salimos, estuvimos  bailando juntos y bebiendo. No pasó nada, pero se palpaba en el ambiente que había tensión sexual.  El “chico origen” se puso muy celoso y me apartaba de “el amigo”, no me dejaba ser yo misma y me  enfadé porque no tenía motivos. El “chico origen” y yo éramos amigos solamente. Yo acababa de  salir de una relación y lo último que quería era ese tipo de relación celosa sin sentido. Sé que igual  fui un poco insensible, pero yo no sentía nada por esa persona y simplemente quería divertirme. 

Pasaron las semanas y quedé con “el amigo” para tomar unas cervezas en un bar cerca de casa. Pues  no me digáis cómo que una cosa llevó a la otra, empezamos con unas cervezuelas y a acabamos  enrollándonos en los baños del bar más mugroso que he conocido hasta la fecha. Como estaba tan  sucio, acabamos yéndonos al río a enrollarnos y dar rienda suelta a esa tensión sexual que habíamos  estado acumulando. Fue tal el subidón de adrenalina que me quité (o me quitó, ni me acuerdo) la  camiseta en el río y luego no la encontré.  

Estábamos los dos borrachos como cubas, así que le invité a venir a mi casa (estando también mi  madre) porque no se tenía en pie y sabía de sobras que no iba a conseguir llegar a su casa vivo.  Imaginaos el percal: un chico y una chica borrachos en el metro, ella sin camiseta y él vomitando cada dos por tres. La verdad, fue bastante lamentable.  

Al llegar a casa, sin hacer ruido para que no se levantara mi madre, le di algo de comer y revivió un  poco. Empezamos a follar, pero eso era de risa. Me puse encima y estábamos tan borrachos que me  caí al suelo y el detrás de mí, enganchado como un perro en celo. Se hizo tremenda herida en el  brazo con el pico de mi mesita. Y se pasó la noche levantándose desnudo para ir a vomitar. Yo sólo  rezaba para que mi madre no se levantara y pensara que era yo. 

Al día siguiente, ambos un poco más decentes, estuvimos hablando entre risas y quedamos como  amigos.  

Pero ahí no acabó la cosa. 

Por la tarde recibo un mensaje de WhatsApp, el “chico origen” me decía que quería hablar conmigo.  Me imaginé que se había enterado por “el amigo”, cosa que entendía perfectamente y que quería  hablarlo, aunque yo no estaba por la labor de darle explicaciones a nadie. 

Lo más fuerte es que cuando llego al punto de encuentro estaban el “chico origen”, dos amigos más  del grupo y “el amigo”. Me hicieron una encerrona para echarme la bronca y tratarme como una  aprovechada. Me echaron en cara que me había enrollado con un chico del grupo sabiendo que el  “chico origen” estaba detrás de mí. Eso era cierto, pero yo ya le había dejado muchas veces claro que no quería nada y que simplemente éramos amigos. “El amigo” simplemente agachó la cabeza y  no dijo nada. 

Me sentí juzgada por “el consejo de sabios” como ellos se llamaban a sí mismos (de risa, de verdad,  lamentable). 

A día de hoy no lo hubiera hecho así, entiendo que le hice daño, pero tampoco tenían ningún  derecho a hacerme esa encerrona y echarme la bronca moralista como si fueran un ente divino.  

No volvería a repetirlo pero que me quiten lo bailao’. 

GRIS