Hoy vengo a contaros el polvo más corto de toda mi vida. Si es que se puede llamar polvo, porque el chico no llegó ni a soplarme la verdad.

Todo tuvo lugar durante las vacaciones de verano. Yo solía veranear en un camping con mis padres y estaba en la tierna edad de 20 años. A esa edad todos tenemos las hormonas alteradas y estamos en pleno descubrimiento del sexo. Vamos,  que vamos más salidos que el pico de un mesa. Por esa época yo estaba tonteando con un chico, el cual, con la excusa de verme, planeó pasar unos días en nuestro camping con sus amigos. No había pasado nada más que un par de magreos adolescentes, pero todo apuntaba a que esa era la definitiva. Por fin iba a acabar con tanto calentamiento acumulado.

Pasamos unos días geniales entre playa y piscina, barbacoas y salidas nocturnas. Ahí tuve que imaginarme que algo iba mal, porque aunque estábamos juntos y teníamos un bungalow para poder estar solos, el chico sólo proponía planes con sus amigos.

Yo, que ya estaba un poco mosca y más caliente que el palo de un churrero, en una noche de cervezas en la playa, le comenté que estaba un poco mareada por el alcohol y que necesitaba dar una vuelta. Mi amor de verano accedió a acompañarme pensando que había bebido demasiado y que tendría que acompañarme a mi caravana. Pero nada más lejos de la realidad. Yo lo que quería es que me acompañara en mi merecida y esperada noche de sexo desenfrenado.

Quiero SEXO

De camino a la caravana me desvié y me dirigí directamente hacía su bungalow. El chico se sorprendió, pero le convencí rápido:

  • Venga, no seas tonto, tenemos una bungalow para nosotros solos. ¿En serio crees que me voy a ir a dormir?

Le cogí de la mano y nos dirigimos hacía el bungalow, parándonos cada pocos metros para comernos la boca y meternos mano por todos lados. Abrimos la puerta con torpeza y nos abalanzamos hacía el interior. Yo no cabía en mí de gozo pensando en lo que me esperaba.  Nos dirigimos a su habitación y me tumbo en la cama mientras le contemplo y le hago señales para que se tumbe conmigo.

El chico se lanza sobre mí y empieza a besarme con desenfreno. Todavía sin desvestirnos empezamos a frotarnos uno con el otro, porque no hay cosa que me guste más que un buen magreo y frotamiento antes de empezar a la acción. Cuando de repente, el chico para, suelta un gruñido y suspira. Yo me quedo un poco alucinada, pero inocente de mí, le pregunto si está bien.

Y vaya si lo estaba. El tío se había corrido sin ni siquiera quitarse los pantalones. Yo me quedé muerta. Pero lo peor, es que encima el muy cabrón se cabreó conmigo por haberse manchando los calzoncillos y los pantalones. Así que me echó del bungalow diciendo que ya nos veríamos al día siguiente.

¿Perdona?

Vamos, que me volví a mi caravana más caliente que antes de empezar el verano y acabé consolándome yo solita Porque por suerte, el sexo conmigo misma nunca falla.

No cabe decir que lo mío con ese chico no llegó a ningún lado. Entre otras cosas porque dejó de hablarme después de lo que había pasado la noche anterior. Yo intenté achacarlo a que éramos jóvenes e inexpertos, pero viendo su actitud, hice lo mejor que se me ocurrió en ese momento, que fue apagar mi fuego interior con uno de sus colegas. 

 

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