PALMADITAS EN EL CHOCHO DURANTE NUESTR PRIMER POLVO

Conocí a Daniel en una fiesta. Teníamos amigos en común y por eso coincidimos. La atracción que sentimos el uno por el otro fue instantánea, solo hicieron falta un par de copas y unos pocos minutos de charla para que acabásemos dándonos el lote en una esquina. Aun así, a esta chica le gusta que le inviten a cenar antes de pasar a niveles de intimidad más avanzados, así que esa noche no hubo sexo.

Quedamos un par de semanas más tarde (ambos teníamos una vida bastante ajetreada) para tomar unas cervezas y picotear algo, todo muy informal. Durante esas dos semanas estuvimos hablando bastante por WhatsApp, así que ya me sentía con más confianza con él a pesar de ser la segunda vez que le veía en persona. Los dos estuvimos muy cómodos y la conversación fluía sola. Tras unas cuantas cervezas, nos empezamos a calentar, y le invité a mi casa. 

Prometía ser una noche de sexo desenfrenado con este chico que me traía loca. Llegamos a mi casa, nos desnudamos nada más entrar y nos tiramos en la primera superficie horizontal que encontramos: mi sofá. En el primer polvo las ganas que nos teníamos nos hicieron pasar al metesaca directamente. Mira que a mí me gusta una buena comida de coño, pero aun sin eso lo disfruté muchísimo. Hicimos la cucharita un rato, y cuando me levanté para hacer pis aproveché para poner algo de música. 

Al rato nos volvimos a calentar, pero esta vez fuimos más poco a poco. Daniel empezó a acariciarme ahí abajo suavemente y a mí me estaba encantando. De pronto, sin esperarlo, me soltó una palmada en todo lo que viene a ser mi chocho. Y después de esa, otra. Al principio me extrañé un poco. Era algo que ya me habían hecho otras veces, y ni me encantaba ni me molestaba, pero en la primera cita no me lo esperaba, la verdad.

No le di mucha importancia hasta que vi que el chico se tiró un buen rato haciéndolo, al ritmo de la música. Yo me reía porque pensaba que estaba haciendo el tonto, pero su cara seria y su forma de preguntarme si me gustaba con un tono que intentaba ser sexy, me demostró que el chico iba totalmente en serio. Me quedé un poco bloqueada, y mientras él seguía con su tablao flamenco dándole a las palmas. Creo que no notó lo incómoda que estaba porque él no se detuvo en ningún momento. Durante los siguiente 20 minutos no paró, os lo juro. Sonaron como 6 canciones distintas, y él iba cambiando el ritmo de las palmaditas con cada una. De verdad que no sabía si me estaba vacilando o de verdad el pobre chiquillo creía que eso me gustaba.

Sé que lo correcto hubiera sido decirle en ese momento que por favor parase, que no me estaba gustando, pero me sabía muy mal cortarle el rollo al chaval con todo el empeño que estaba poniendo. Así que me limité a fingir (muy mal hecho por mi parte) y esperé a que pasáramos al siguiente nivel y dejásemos los aplausos aparte. 

Quitando ese momento, fue un gran polvo, y el chico es un amor, así que he decidido volver a quedar con él y esta vez, antes de entrar a darle al tema, tener una conversación de adultos y hablar de lo de las palmaditas. Espero no destrozarle la autoestima.

Lovely Rita