Pocos follodramas lésbicos he visto yo en esta página. Así que vengo a aportar mi historia, que las tías a las que nos gustan las mujeres también nos encontramos con cada cuadro… que pa que.

Estaba yo en una época (no os voy a engañar, sigo en ella) en la que solo me apetecía conocer gente sin compromiso y darle gusto al cuerpo. Salí bastante tarde del armario y lo hice de la mano de mi primera y única novia, por lo que a los 33  me había acostado con una sola mujer, y cuando lo dejamos me propuse disfrutar de la vida y de las apps de ligar como una loca.

He tenido varias citas surrealistas que quizás algún día también os cuente, pero creo que lo que me pasó con Cynthia (nombre cambiado) está en el top de mis tops.

Acudí nerviosa a las cañas que programamos. Las dos teníamos claro lo que iba a pasar porque llevábamos varios días cerdeando por la app. Vamos, que nos tomábamos las cañas un poco por compromiso, pero desde el minuto uno se notaba la tensión en el ambiente y las ganas de ambas de comernos enteras.

Cynthia resultó ser una chica abierta y dicharachera, de esas que no tienen filtro y dicen lo que piensan. Yo no soy así, me cuesta a veces reaccionar cuando me sueltan las cosas a bocajarro y reconozco que me quedé sin palabras en más de una ocasión ante sus salidas de tono. Pero en esos momentos en los que sabes que vas a mojar, poco te importa lo que salga de la boca de la otra persona. Ya estás cachonda, ya quieres mambo, ya todo te parece bien.

O CASI TODO.

Me invitó a su estudio y acepté. Me extrañó que pudiera permitirse vivir sola en ese barrio del centro de Madrid, pero lo entendí mejor al abrir la puerta y ver un espacio de unos 20 metros cuadrados. Un solo espacio para cocinar, dormir, cagar, y claro, también follar.

La cama era una especie de litera situada encima de la cocina. No sé si podéis visualizarlo con estos datos que os doy.

Algo así, pero el suyo más cutrongo

 

Y la cama era de 90cm, claro.

Tras escalar como buenamente pude y preguntarle mil veces si estaba segura de que mis 80kg no iban a romper aquello (me daba pánico caer encima de la vitrocerámica), la cosa se volvió a calentar y me olvidé de donde estábamos por un ratito.

Estábamos apretujadas pero bien a gusto hasta que tras bajarme las bragas y acercarse a mi coño me suelta:

‘No sé si es que todavía está el ambiente de lo que cociné esta mañana o es que te huele el chocho a albóndigas’.

Me quedé tan cortada que no fui ni capaz de decirle que era su casa la que olía a una mezcla de albóndigas con ambientador. Pero después de ese corte de rollo solo tenía ganas de huir y no sabía cómo. Porque yo puedo estar muy salida, pero si alguien me mira el chocho y dice que huele raro, ten por seguro que allí no me quedo. Algo de dignidad todavía me queda. Aunque sea poca.

Ella empezó a reírse de su propio comentario y supongo que también para romper un poco el hielo al ver que yo no reaccionaba. Aprovechando su buen humor le dije que las cervezas me habían sentado mal y que me daba mucho palo ir al baño en su minicasa sin intimidad nada más conocerla. Ella me dijo que lo entendía y quedamos para otra cita que nunca llegó.

 

De verdad, amigas, amigos, hay cosas que mientras estás follando o intentando hacerlo NO SE DEBEN DECIR. Y te huele el coño a albóndigas es una de ellas.

Saludos.

Nica

 

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