Hay cosas en la vida que, por más que queramos, no somos capaces de gestionar, o que gestionamos más o menos pero no de la mejor de las maneras. Es un poco lo que pasa cuando conoces a un chico que te gusta mucho, con el que tienes buena química pero que a la hora de quitarse los calzoncillos tiene entre las piernas al mismísimo Godzilla. Eso sí, os adelanto que, aunque lo haya catalogado como »follodrama», esta historia tiene un final bastante feliz.

Se llamaba Nico y le conocía desde hacía bastante tiempo. No éramos amigos como tal pero sí que teníamos bastantes amigos en común y coincidíamos con frecuencia. A mí el chico me hacía tilín, pero vaya, que nunca se había dado ningún intento de ligoteo por ninguna de las dos partes, simplemente nos llevábamos bien y poco más. Sin embargo una noche que estábamos de fiesta y que nos habíamos juntado con él y con sus amigos empezamos a bailar, a bromear entre nosotros y bueno, nos acabamos liando. Le propuse venir a mi casa a tomar la última copa y aceptó encantado, y como yo no vivía muy lejos fuimos dando un paseo, besándonos por las esquinas, bromeando y riendo, vamos, que además de que el chico me gustaba físicamente el trayecto hasta mi casa fue hasta bonito porque era un verdadero encanto.

Llegamos por fin y se sentó en el sofá mientras yo servía un par de whiskys con hielo, y durante un rato hablamos más que nos liamos, aunque lo cierto es que yo estaba deseando que me comiera la boca y lo que no es la boca. Nos acabamos las copas y busqué sus labios otra vez, y aunque me besó con ganas yo le notaba un poco más distante que antes, como más cortado. Pensé que tal vez, tras el paseo y la conversación se habría enfriado un poco, así que opté por tomar las riendas de la situación y subirme a horcajadas sobre él para besarle, hundir las manos en su pelo y que él me manoseara todo lo que quisiera; pero a pesar de su más que prometedora erección, me daba la sensación de que algo no iba como se suponía que tenía que ir.

Le pregunté que si estaba bien, que si quería que parase y él me dijo que no, que estaba genial y que yo le gustaba mucho, pero que tenía miedo de asustarme o de hacerme daño. Aquí yo resoplé mentalmente, ¡así que era uno de esos, de los de ‘’soy una bomba de relojería, no te putopilles de mí!’’ Aun así, le pregunté que a qué se refería, y el pobre me miró con cara de apuro y dirigió la vista a su paquete: ‘’a que es demasiado grande, hay chicas que parecen alegrarse cuando lo ven, pero al final acaba siendo un desastre’’ murmuró él, de lo más apurado.

Yo sentí una mezcla de curiosidad y culpabilidad, curiosidad porque tenía ganas de ver si era tan grande como decía y culpabilidad porque ese pobre muchacho se estaba sincerando conmigo y yo estaba pensando en verle la polla.

Pero una es ante todo una persona resolutiva y que sabe que en las relaciones sexuales hay prácticas tan placenteras o más que la penetración y le dije que no se preocupase, que seguro que algo podíamos hacer. Además, ambos habíamos llegado a mi casa con ganas de mambo y no estaba dispuesta a que nos quedásemos con las ganas. Le volví a besar subida sobre él, y él me agarró fuerte y me apretó contra su cuerpo. Nos liamos durante un buen rato, nos besamos, recorrimos nuestros cuerpos con pasión, y cuando llegó el momento de quitarnos la ropa yo estaba más que preparada para no poner cara de susto cuando se quedase en cueros. Y madre mía del amor hermoso, tenía razón: por un momento temí que se desmayase por falta de riego, la cantidad de sangre que tenía que estar destinando a mantener aquello erecto no podía ser normal.

Él pareció apurado de nuevo, y yo tenía más que claro que era imposible que me penetrase sin hacerme daño, así que opté por agarrarla con ambas manos y masturbarle mientras intercalaba besos y lametones juguetones, porque meterme su polla en la boca era también del todo inviable. Nico al principio pareció sorprendido de verme con tanta iniciativa, pero no tardó en abandonarse al placer. Y no os creáis que yo me quedé con ganas de nada, porque al no poder usar apenas el pene, había desarrollado una técnica con las manos y la lengua que consiguió hacerme tocar las estrellas. Terminamos ambos agotados, sí, pero más que satisfechos, fue sin duda uno de los mejores polvos de mi vida. Tras terminar nos quedamos un buen rato abrazados y estuvimos hablando de nuestras inseguridades, de lo mal que lo había pasado por el tamaño de su pene, de que muchas mujeres se habían ido ofendidas o indignadas, frustradas porque pensaban que con una polla tan grande iban a disfrutar más y se habían dado cuenta de que empeñándose en que hubiera penetración sólo conseguían hacerse daño. Me contó que le constaba que había quienes le habían buscado porque se había difundido el rumor de que tenía la polla enorme, que había llegado a sentirse un bicho raro, un trofeo para la ‘’afortunada’’ que consiguiese follar con él. Y al final la solución era tan simple como buscar una alternativa para que ambas partes disfrutasen, como fue en nuestro caso.

Esa noche se quedó a dormir y al día siguiente desayunamos juntos. Y no puedo decir que tengamos una relación o que estemos en vías de construir una, pero sí que hemos seguido quedando con frecuencia, explorando nuevas maneras de follar, incluyendo juguetes sexuales. Para mi vida sexual también ha sido un soplo de aire fresco acostarme con un tío que no llega, la mete, se corre y se duerme sin preocuparse de si yo he llegado al orgasmo o  no, sino que se preocupa de conocer cada recoveco de mi cuerpo, de leer mis reacciones y de que disfrute a lo bestia. Así que, pase lo que pase al final entre Nico y yo, me alegro de que se abriese a mí aquella noche, ojalá sigamos disfrutando juntos mucho tiempo.

Anónimo

Envía tus movidas a [email protected]