Os juro que a mi los tíos de gimnasio no me van, o al menos no especialmente. Pero chica, se me pegan que no veas. Y quién lo diría, que yo peso 90kg y algunos no se lo creerían, pero en redes sociales de ligar los que más me entran son cachas, qué le voy a hacer.

Y Nico fue uno de ellos. Cuerpo musculado, sí, pero también una cara guapa que fue lo que me llamó la atención de él cuando me habló por Badoo. Charlamos varios días por whatsapp y el tonteo fue a más hasta acabar en guarreo. No es que fuera el hombre de mi vida, pero parecía que había química sexual y quise quedar para comprobarlo. Durante todos esos días no hizo alusión al deporte ni a su dieta, así que en ningún momento sospeché lo que iba a ocurrir.

Quedamos para tomar un vino y algo de picar, y la verdad es que era todavía más guapo en persona. Ahora que hago memoria recuerdo que en realidad la que cenó fui yo porque él apenas probó bocado, y hizo un par de comentarios tipo: ‘yo es que prefiero beber a cenar, que sino luego no hay quien queme el doble de calorías’, pero yo ya debía de ir medio ciega y cachonda y no le di importancia.

La química era real en persona así que tardamos poco en llegar a mi casa y ya en el ascensor empezamos a besarnos. Mi casa es un ático que tiene vigas metálicas a la vista en el techo en la zona del salón. Os explico esto porque fue entrar por la puerta y a Nico se le pusieron los ojos como platos y corrió directo a colgarse  de una viga como un mono. ¿Para jugar? Os preguntaréis.

NO. PARA HACER DOMINADAS.

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Yo no daba crédito. ‘Voy a desnudarme directamente’- pensé, a ver si así centro su atención.

Y así fue, al verme las tetorras se soltó de la viga y empezó a meterme mano. Todo volvía a la normalidad hasta que llegamos a la cama y volvieron las flexiones y el mirarse los bíceps mientras me follaba. Que aquello en vez de un polvo parecía una clase de Aerobic y que en cualquier momento se iba a poner a cantar: ‘1, 2, 3, vamos de nuevo, más fuerte!’. Estaba encantado de conocerse, le daba exactamente igual lo que yo estaba sintiendo o si estaba disfrutando.

No tardó mucho en correrse (dios gracias), pero no os lo perdáis. No solo no se preocupó por mi placer, sino que fue acabar y echar la vista a la muñeca… AL PUÑETERO FITBIT. Sí, sí, para ver cuantas calorías había quemado.

Tuve que contenerme porque os juro que me dieron ganas de darle una torta. Me sentí utilizada. Si su única intención era ejercitarse bien podría haber echado la tarde en el gimnasio y no amargarme a mi la cita.

Cuando me preguntó si tenía algo de proteínas o hidratos de absorción lenta para reponer fuerzas aproveché para decirle que en mi casa solo había donuts de gorda y que mejor se fuera a la suya a comer lo que le apeteciera. Que a mi me parece bien que la gente se cuide, pero yo quiero follar joder, no una sesión con Eva Nasarre.

Anónimo