Estaba con muchas ganas, llevaba meses sin sexo del bueno, más salida que una mona en celo, no sé ser sutil en este tema, lo siento. Lo que quería era un buen empotrador. Un tiarrón grande, para que me manejara bien (yo soy una chica grandota, así que por eso lo de tiarrón)

Hacía unos días había estado hablando por una app con un chico de ese estilo. Lo recordé y le escribí para ver si él también tenía ganas. Las tenía. Nunca habíamos quedado antes y decidimos que ese día sería bueno para la primera vez.

En persona no decepcionaba. Medía 1,92 y era de complexión fuerte. Mi mente imaginó las cosas sucias que luego seguro iban a pasar, vamos, que me creé una porno mental en toda regla. Después de una copa en un bar, decidimos subir a mi casa. Una vez en el salón, empezamos a liarnos y la cosa pintaba muy bien. El tío besaba sensualmente y me estaba poniendo como una moto. De repente me giró, me apoyó contra la cama y empezó a darme a cuatro patas salvajemente. En mi cara se dibujó una sonrisa pícara y en mi mente pensé: “Ay, María, qué buen radar tienes”… 

Después de un buen rato de buen sexo, el chico en cuestión me pidió que me pusiera encima, que le gustaba terminar con la chica así. Me pareció buena idea, quería enseñarle lo que sabía hacer. Vi como sus ojos se ponían en blanco y entonces soltó una palabra… “MAMÁ”. 

No sabía si había oído bien, o había dicho mi nombre y yo estaba flipando entre el éxtasis del momento. Pero no, volvió a decir “mamá” esta vez más alto. 

Paré en secó. Ya os he dicho, soy muy natural y no sé fingir. Me quedé unos segundos en silencio y empecé a reírme. Le dije que si iba en serio, no podía creérmelo… El chico parecía molesto y me dijo que su fantasía era esa. Sentirse hijo durante el acto. Yo puedo pasar muchas cosas, entiendo eso de las fantasías, pero… “hijito mío” ¿en serio? No podía comprender ese complejo de Edipo raro. A mi eso no me ponía nada, de hecho, me bajaba todo. 

El final no fue ese polvazo que mi mente se había imaginado al principio. No hubo culminación por ninguna parte y el chico se fue un poquito enfadado de mi casa por no querer cumplir su fantasía. Quien sabe, quizás ya haya encontrado a su “mami particular”.

Marieta