¿Alguna vez os habéis sentido tremendamente motivadas en el sexo? De esto que tienes a tu maromo tumbado entre tus piernas y te sientes la amazona más sexy del universo. ¿Wonderwoman? Una novata a mi lado. Así estaba yo, y el resultado fue de todo menos erótico.

Os voy a poner en situación contando como conocí a Nachete, pero es la historia más típica del mundo mundial. Estaba en un bar con mis amigos y de repente entró un grupito de gente entre los que se encontraba él. ¿Veis en los dibujos animados cuando parece que el corazón se les va a salir del pecho? Eso sentía yo, pero en mi clítoris.

El universo estaba juguetón ese día y uno de mis colegas resultó ser amigo de uno de los del grupito, y acabamos pasando la noche todos juntos en amor y compañía.

Desde el minuto cero Nachete y yo conectamos. Se reía de mis bromas que son de todo menos graciosas y cada palabra que salía de su boca para mí era fascinante. No estaba tan emocionada desde que acabó Juego de Tronos y los fans dejaron de dar por culo en Twitter con la serie de las narices.

¿Qué pasó? Pues lo inevitable. Acabamos la noche comiéndonos la boca en una de las esquinas del bar mientras todos nuestros amigos nos miraban en plan ‘si se veía venir’. Besaba bien, me hacía reír y parecía interesante.

− ¿Me acompañas a casa?

Qué inocente es esa frase y cuanta lascivia esconde.

Entramos por la puerta de mi pisito de soltera y yo ya estaba sin sujetador y él con la bragueta bajada. Sí, follamos y me corrí, pero al hacerlo me motivé demasiado y le arañé. No es la primera vez que saco uñas en la cama, pero nunca tan bestia como en esta ocasión. Supongo que se sumaron las cervezas de más y lo excitada que estaba ante los encantos de Nachete.

No fue hasta la mañana siguiente cuando descubrí el desastre. Amanecimos resacosos y desnudos y al girarme vi dos cosas:

  • Mis sábanas del Primark rojas como cuando te baja la regla sin previo aviso.
  • Su espalda ensangrentada.

Chiquis, le había arrancado tres lunares. TRES PUTOS LUNARES DE ESTOS GORDOS CON PELO. ¿Cómo no se dio cuenta? Pues no lo sé, pero cuando vi la sangre reseca y la obra de arte abstracto de su espalda me acojoné lo más grande.

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Desperté al mozo y al ver la sangre se pensó que era sangre mía, pero cuando le dije que se trataba de sus lunares se acojonó más que yo. No es para menos, porque de verdad que aquello era gore que te mueres.

Le curé las heriditas con todo el cariño del mundo y por suerte las únicas secuelas del incidente fueron los manchurrones de sangre de mis sábanas. Menos mal que costaron menos de 10 pavos.

Nachete y yo volvimos a quedar una y mil veces y ahora mismo está sentado frente a mí en la mesa del comedor, sonriendo al recordar nuestra primera vez.

Moraleja: si a un tío le gustas, le gustarás aunque le arranques media espalda sin querer.

 

Anónimo

 

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