Hacía siglos que no ligaba en persona, las cosas como son. Así que aquella noche cuando X se puso a hacerme ojitos en las charlas de inglés, se me hizo el chichi Pepsi Cola.

Llevaba semanas acudiendo a kedadas de estas en una cervecería en las que conoces gente y el único requisito es hablar todo el tiempo en inglés. Yo ya había fichado a X pero creo que hasta esa noche él no sabía que yo existía. Me invitó a una cerve mientras me contó que el curraba entre España e Irlanda y me pareció mogollón de interesante todo lo que me contaba. No sé si porque realmente lo era, o porque yo tenía unas ganas locas de catar un churro.

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Lo había dado casi por perdido cuando por fin me invitó a tomarme la última en su casa. No me abalancé porque quería mantener las formas, pero ganas no me faltaban.

Tuvimos que pillar el metro porque vivía en Mordor. Propuse pillar un taxi para que no bajase la emoción y llegar antes, pero me dijo que era muy caro. No problem.

Tardamos una hora en llegar a su casa, el pedo se me había bajado por completo, pero mis ganas de churro se mantenían intactas. Él siguió contándome sus mierdas. Y siguió, y siguió. Por un momento pensé en irme de lo egocéntrico que me estaba resultando. Yo ya sabía hasta lo que ganaba, y él no sabía ni como me llamaba yo.

¿La solución? Meterle boca y que se callase de una maldita vez. Eso hice.

Nos empezamos a meter mano en el sofá, pero yo quería marcha y le sugerí ir a la habitación. Llegamos, empecé a desvestirme y él fue directo a la mesilla de noche. Bien, un chico que no pierde tiempo en coger el condón sin que tenga que insistirle, pensé.

ERROR

Sacó del cajón una especie de vagina de plástico y la dejó encima de la mesilla. Como no pude ver bien qué era, confié en que se trataba de un juguete para que usásemos los dos.

Se desvistió, nos metimos en la cama y volvimos a liarnos. Estábamos en pleno morreo cuando noté que agarraba el chichi de plástico de la mesilla y empezaba a pajearse con el mientras me besaba.

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Paré en seco y le pregunté que qué coño hacía (MEJEJE). Me dijo que es que sin la ayuda de su ‘amiga’ no era capaz de correrse, que no me preocupase que él me iba a comer el coño igualmente. Intenté seguir como si nada, pero la imagen de verle ahí dándole a la zambomba con una especie de morcilla de silicona me dio toda la bajona. Me sentí fuera de lugar y le dije que me encontraba mal y que tenía que irme.

No creo que le importase mucho, porque no soltó el chichi de mentiri ni un segundo.

Para que luego digan que en Tinder están los peores…

 

EMILY