Siempre he sido una persona muy inocente y transparente, así que hace unos años era fácil meterse conmigo, engañarme. Recalco lo de hace unos años porque cada vez pongo más complicado que me vacilen. Más sabe la zorra por vieja que por zorra.

Hace un tiempo era la típica chica que se desvivía por las relaciones. De todo tipo. Yo puedo ser la mejor de las amigas, un hacha de la ayuda práctica: si se te rompe el coche, voy a recogerte; si necesitas que alguien cuide de tu perro unos días, soy la indicada y si quieres que te acompañe a hacerte alguna prueba médica, cuenta conmigo. Solo que antes lo hacía por todo el mundo y ahora lo hago por quien crea que es capaz de devolverme el favor. Puede sonar interesado, pero es más bien una salvaguarda para no sentirme la tonta que se vuelca en todas las relaciones, pero no recibe el mismo trato.

Bueno, pues con mis parejas también era yo muy así. Pero hubo una época que estuve malísima, con un resfriado que se complicó y acabó en una neumonía leve. Leve, según los médicos. Yo no quiero ni imaginar cómo será una grave, si con esa ya estaba pidiendo clemencia a un Dios en el que no creo. Durante esa semana y pico, o diez días, o lo que durase aquello, no pude quedar con mi pareja y solo hablábamos por redes cuando yo me veía capaz de fijar la vista un ratito en una pantalla.

El día que, por fin, pude salir de mi cama y sentarme con él en una terraza, lo noto serio. Le doy la importancia justa, porque yo quiero disfrutar del primer día sin mocos, al solecito con él. Pero me lo puso imposible porque todo eran monosílabos y miradas esquivas. 

– ¿Te pasa algo? Te noto serio

– Es que a saber qué has estado haciendo estos días. Casi no me contestabas a los mensajes y te huele la boca a nabo.

¿¡CÓMORRR!? ¿que yo he estado mala malísima, rodeada de pañuelitos desechables y pastillas, y tú te crees que he tenido tiempo y ganas de ponerte los cuernos? Esto no está pasando. Estoy siendo víctima de una cámara oculta y ahora va a salir Toñi Moreno a decirme que soy maravillosa, por aguantar a semejante papanatas, los cinco meses que duramos. 

Porque una cosa está clara, a partir de ahí poco tardé en cortar con ese incalificable humano. Marcho, que teño que marchar. 

Me olería la boca a haberla tenido cerrada por las pocas palabras que cruzamos esa tarde. Porque resulta que mi novio era idiota y a mí  me cogió por sorpresa. Nunca mais.

 

Madamme Squelette