Debo reconocer que, hasta ahora, nunca me había pasado nada surrealista en cuanto al sexo. Siempre leía los follodramas con cierta envidia (salvo cuando eran muy bestias) porque yo no tenía historias de este palo que contar, pero el universo me ha castigado poniendo a David en mi camino.

Conocí a David en las clases de natación a las que voy. No os confundáis, la mitad de mis compañeros son ancianos con artritis y la otra mitad personas que nadan como si tuviesen las piernas y los brazos invertidos (entre las que me incluyo). Son clases bastante flojitas, pero así activas el cuerpo.

David no estaba en este grupo, él iba por libre para entrenar ya que jugaba al waterpolo. Esto significa que tenía un cuerpo de infarto (o al menos lo que a mí me parece un cuerpo de infarto). Un día me habló, me dijo que llevaba tiempo viéndome por allí y que si quería tomar algo con él. Acepté porque me pareció muy respetuoso (y porque me ponía cachondísima, para qué vamos a mentir).

Nos intercambiamos nuestros números y quedamos al día siguiente. Nos tomamos un café y hablamos sobre la vida. David me contó que se consideraba un aliado de la lucha feminista. A mí eso me gustó mucho, porque últimamente me había topado con bastantes señoros que disfrazaban el machismo con la manida frase de “ni machismo ni feminismo”. Aun así me gusta ir con pies de plomo, porque considero que muchos tíos se ponen la medallita de aliado para echar un polvo y eso me da asquito.

Empezamos a hablar de ciertos temas relacionados con el feminismo y me sorprendió bastante. No me considero la más lista ni la que más sabe del tema, pero sí que es cierto que estoy bastante metida en todo lo que se refiere a este tema, y él parecía tener las ideas muy bien puestas. Esto hizo que me gustase todavía más.

Llegué a casa y le conté todo a mis amigas vía WhatsApp, y al día siguiente quedamos en su casa para ver una peli. Es bien sabido que esto es una excusa de lo más manida para echar un polvo, y así fue. Llegué y a los 5 minutos de peli empezamos a enrollarnos.

Fuimos a la habitación y allí nos desnudamos, pero cuando me quité las bragas al muchacho casi le da un infarto.

“¿Estás depilada?”, dijo con cara de asco.

Y ahí me vi yo, contándole que sí, que me había hecho el láser hacía un par de años y que además tenía poquito pelo en todo el cuerpo. No me lo podía creer, en bolas dándole explicaciones sobre mi pelo. Pero la cosa fue a peor cuando me soltó:

“Y tú irás de feminista encima, depilándote, menudo doble rasero. Eso es muy hipócrita.”

Pensé que era una broma, pero no. Estaba en serio, y se enfadó tanto que me dijo que no podía seguir conmigo cuando tenía unos ideales tan frágiles.

Os juro que he pensado de todo, hasta que se inventó esa excusa porque en realidad o le gustaba tanto y quería librarse de mí, porque me parece surrealista. ¿Os ha pasado algo parecido?

 

Anónimo

 

Envía tus follodramas a [email protected]