Cuando cuento a la gente que yo, un pibón máximo en la flor de la vida, tengo una enfermedad pulomar hereditaria y crónica su cara se vuelve un poema. Algunas personas me miran con pena, otras con miedo a que se lo vaya a pegar (NO SOY CONTAGIOSA, PEÑA) y otros directamente me sueltan alguna frase rollo Mr. Wonderfull. Estos últimos son los que peor me caen, para que os voy a mentir.

Por mi situación paso mucho tiempo en el hospital, a veces para consultas y otras porque me tienen que ingresar. No lloréis, chiquis, cada vez los ingresos son menos, sobre todo porque estoy aprendiendo a menear mi enfermedad. La putada es que cuando me toca acampar en el hospital, normalmente estoy una semanita mínimo. Al final acabo haciéndome amigueta de los pacientes que hay en las otras salas y ya me conozco a todas las enfermeras, las de día, las de noche y las de guardia.

¿Qué tiene que ver todo este drama con el ñaca ñaca?, os preguntaréis. Sé que sois muy cerders y aquí habéis venido a leer guarradas. Paciencia, paciencia… Porque esta historia comenzó en mi último ingreso a comienzos de octubre. Volvía de ver a mi novio, que vive en la otra punta de España, cuando empecé a notarme un poco floja. Pensé que sería un catarro menor y que podría apañármelas en casa, pero la cosa se complicó.

Tras dos días tosiendo y con ganas de no salir de la cama llamé a mis padres y les pedí por lo más sagrado que me viniesen a buscar en coche y me acompañasen a urgencias. ¿Qué pasó? Pues lo de siempre, catarro con complicaciones e ingreso. Mi capacidad pulomar era como el IBEX después de las elecciones, cae en picado.

Total, que durante tres largos días me pasé horas jugando al Dixit con mi padre, dando paseos con la señora de la habitación de al lado, y hablando de mi drama de vida con el chico de la habitación de en frente, que tenía un problema parecido al mío.

Cuando ya estaba con ganas de tirarme por la ventana del coñazo que es un ingreso mi novio vino por sorpresa. Haleluya, alegría y felicidad para todos. No os voy a mentir, las relaciones a distancia son complicadas. Lo único que me apetecía era echar un polvete con mi querido-adorado-amado novio, así que aprovechando que mi madre había ido a casa a ducharse y que mi padre estaba cuidando de mis sobrinos, cerramos la puerta de la habitación y nos empezamos a dar amor.

Yo no estaba para muchos trotes, así que fue un polvo lento pero intenso. Lo disfruté como una enana y al parecer ambos gemimos, porque cuando acabamos y le pedí a mi novio que bajase a la cafetería a por algo de comer, la gente del resto de habitaciones se puso a aplaudir. Yo quería morirme porque sólo podía oír “máquina”, “así se hace” y vitoreos varios.

El lado bueno es que al día siguiente me dieron el alta. Debieron pensar que si estaba bien para follar, también estaba bien para dejar la cama libre.

Resultado de imagen de grey's anatomy sex

 

Anónimo