Cada vez que pienso que me intentaron dar para cenar pito al langostino me entra una mala leche que no te lo imaginas. Se me corta el café, el desayuno y hasta la felicidad.

Bueno, hace ya unos meses en plena ajetreada vida de chica Tinder, conocí a un tío que me llamó la atención.

Era un chico independiente, muy vivido y bueno, conecté con él. El chico en cuestión parecía ser muy atento y divertido. Lo típico, un par de días de charleta y ya empezamos a hablar de guarradas.

Que si «Yo te comía todo el potorro» que si «Quiero empotrarte como un cajón que no cierra». Bueno, ya sabéis de lo que va el tema. Mucho farfulleo pero luego a la hora de la verdad el primer polvo siempre es una tristura a lo misionero.

Pero oye, quien era yo para cortarle las alas y las pretensiones de actor porno.

El caso, que el chico era de los de «A mí los coños con pelo me bajan toda la calentada»

Y en principio no me importó porque yo hace años que voy depilada al completo y láser, pero no sé, me pareció como de mal gusto ser tan exigente con el peinado de tu pareja sexual. Vale que exijas salubridad y una zona íntima limpia, claro ¿Cómo no? Pero no sé, meterse ya a condicionar a la otra persona respecto a su vello íntimo, pues bueno… yo correcto no lo veo. Pero no le di mucha importancia y no saqué mi defensora de los potorros en libertad.

Nada, pasa un día, un vídeo de una corrida por allí, un vídeo de mis tetas mojadas por allá y acabamos quedando en mi casa.

Claro, como el chico me había repetido tantas veces lo mucho que le molestaba lo del vello y el olor a coño, pues yo iba punta en blanco claro.

Yo llevaba el coñín que hasta la Infanta podría haber bebido sopa en él. Increíble, llevaba el asunto de comunión, digno de foto y de retrato al oleo.

Nada, magreo en el sofá, un poco de «Vamos muy rápido» otro poco de «Súbete el vestido» y acabo en mi cama a pata abierta con el coño más húmedo que un flan a medio hacer.

El chico me baja las braguitas, me mete el dedo índice entre los morritos de mi coñín y me dice «Voy a secártelo, has lubricado mucho»

Y el tipo, coge, se levanta, va al baño, coge una toalla me abre el coño, me lo seca y me dice «Me da mucha grima follar con un coño tan mojado». A ver, hombre de Dios ¿Qué esperas? ¿Que te lije el rabo? La lubricación existe para algo.

Bueno, me come el asunto un ratito y yo por no dejarle colgado, le bajé la ropa interior con intención de comerle la polla.

¡Alucinas! Salió un puto olor a langostino de los calzoncillos de Mr Propper que no era ni medio normal.

De hecho, no quise ni acercarme a su polla porque el olor era MUY desagradable. Él me lo pidió en repetidas ocasiones y yo le dije que si se limpiaba el rabo que sin problema, pero que le olía fatal. ¡Ojo! Con normalidad, nada de malas caras. A ciertas personas les huele más la colita que a otras y no pasa nada, le pasas un agüita a la antena y listo.

Pero coge el tío y me dice «Bueno, este es el olor natural de mi pene ¿A qué pretendes que huela?»

ESPERA. ESPERA. ESPERA

El señor que no quería ver ni un puto pelo, el mismo señor que me había prevenido que si el coño me olía a coño no querría follar conmigo y el mismo subnormal que me secó el coño porque le daba asco un coño lubricado, pretendía que me metiera en la boca un pito con más olor a langostino que Galicia entera.

Yo me quedé a cuadros sin saber muy bien que decir cuando él satélite me comenta «Los penes siempre están limpios, son miembros exteriores, las vaginas son distintas»

Claro que sí cariño mío, eres tan listo y tan espabilado que mañana mismo te dan el Nobel, espera que les llamo.

Nada, le dije que se dejara de gilipolleces y le mandé rapidito para su casa. Pero aún cuando pienso en aquella situación me parecen increíbles varias cosas:

Primero: La exigencia por encontrarse un coño como los que ve en el porno
Segundo: La falta rotunda de higiene por su parte
Tercero: La incapacidad de asumir que el pito le huele a langostino y no tener ni la decencia de levantarse a limpiarse.

No sé, la fauna que existe en Tinder en pocos sitios se encuentra, pero también te digo que cosas como estás me hacen creer cada vez menos la inteligencia y empatía del ser humano.

M.Arbinaga