Cada persona tiene un hobby diferente y el mío es el roneo con gente que no conozco.

Ya he dicho en más de una ocasión que mi cabecita no está bien del todo, pero hay cosas que me dan una satisfacción descomunal que no tienen ni pies ni cabeza.

Cabe añadir que soy una persona activa que hace deporte, que queda con sus amigos para tomar algo, que tengo pareja estable, pero me encanta ese momento de seducción y tonteo cuando conoces a alguien por internet.

Admito que peco de ser una cotilla sin escrúpulos que se dedica a coleccionar personas e historias. Llevo en danza tres aplicaciones de contactos gratuitas y mi mayor placer es llegar, darme una ducha y ponerme en acción.

El hablar con desconocidos me da la vida y me dibuja una sonrisa, pero creo que es por la adrenalina de no saber quién está al lado de la pantalla.

¿Y no crees que te pueden mentir?

¿Cómo te puedes fiar de la gente?

¿Y si se te va de las manos?

Todo esto está pensado y meditado. De hecho, no dejo de saludar a los que no tienen foto ni me limito a hacer match, sino que busco perfiles y personas que puedan aportar nuevas sensaciones.

Durante ese rato de conversación, solo somos dos personas con ganas de conocer al otro. Sí que es verdad que las intenciones y expectativas de cada persona cambian por completo, pero sé hasta donde llegan los límites.

Si por casualidad te preguntas si así le estoy siendo infiel a mi pareja, la respuesta es no. Una cosa es mantener una conversación con alguien que no conoces y otra muy distinta es venderle la moto. Ahora bien, llámame cabrona si quieres porque hay muchos señoros con los que juego como si fuera una pantalla más de un vídeo juego.

Digamos que la niña en edad del pavo que jugaba al ‘Línea directa’ sigue en mí y me encantan mantenerla viva.

Además, que te den los buenos días, que se preocupen por ti o te escuchen cuando lo necesites, es algo que no está pagado. Por mucho que estas apps estén hechas con otros fines lúdicos festivos, no dejan de servir para acercar a gente que igual no se habría saludado en la vida.

Anonimo