Durante muchos años de mi vida me estaba relacionando con gente que era hasta cinco años menor que yo. A día de hoy la diferencia no se nota tanto, pero cuando mis amigos tenían 13 años yo estaba cumpliendo 18. Más que ser su amiga era su madre.

Desde llevar pañuelos siempre en la mochila, hasta botellas de agua para asegurarme de que no les faltaba de nada, cuidaba más de ellos que de mí misma. Sus padres lo sabían y se quedaban tranquilos porque había alguien que se hacía responsable de sus hijos, pero a mi esa carga me iba afectando poco a poco.

Años más tarde mi grupo de amigos se fue haciendo más diverso y fui añadiendo a gente de mi edad, como mucho un par de años más mayores. Me sentía muy cómoda saliendo con gente que estaba en la misma página que yo, con las mismas preocupaciones e inseguridades, pero eso cambió cuando una de mis amigas tuvo un hijo.

Lo admito, nunca me han gustado los niños.

Los bebés son muy cuquis para un ratito pero cuando tu amiga se pasa todo el santo día hablando sobre los mocos de su hijo le acabas pillando más asco aún.

No es solo que hubiera cambiado esa parte de mi vida (porque encima era la amiga con la que más salía) también me dí cuenta de que ahora nuestras preocupaciones eran diferentes. Yo no consideraba que mis problemas fueran peores que los suyos, pero cuando escuchas mil veces el “cuando seas mamá” para minimizar tus problemas acabas hasta los huevos de la situación.

Admito que me sentí un poco perdida. La persona con la que más cosas tenía en común había cambiado radicalmente y con 26 años no sé cómo se supone que haces amigos nuevos.

Por cosas de la vida me acabé apuntando al teatro, en parte por hacerle un favor a un conocido y también para ver si al menos conocía  gente nueva. Esa gente nueva eran bastante mayores que yo, casados, con hipoteca e hijos. El pack completo. Pero contra todo pronóstico sí acabé haciendo una amiga. Una de las niñas del grupo infantil tuvo que venir a ayudar en un par de ensayos y así conocí a su madre, una mujer que es unos 15 o 20 años más mayor que yo.

Desde el primer momento que nos empezamos a llevar muy bien.

Con el tema del hijo de mi amiga no me hacía mucha gracia hacerme amiga de alguien que tenía dos hijas hasta que me dí cuenta que el problema no son los hijos, sino la forma de hablar de ellos. Esta mujer me pide consejo sobre asuntos que le preocupan y que sabe que puedo darle una forma de ver las cosas diferentes. Una de sus hijas ha sufrido bullying y cómo sabe que yo también estuve en esa situación me ha pedido ayuda para ver cómo afrontar el tema.

Al mismo tiempo ella me ha hecho cambiar en muchos aspectos. No me puedo creer que diga esto pero me encanta pasar tiempo con sus hijas, son unas niñas super inteligentes y que estoy segura que llegaran muy lejos. Sinceramente, me alegro de haber encontrado una persona que me entiende desde un punto de vista más maduro y con más experiencia, que no juzga y que además respeta mi forma de ver las cosas.

Rocío.