Si la famosa crisis de los 40 existe, no os podéis imaginar la fuerza que tiene la crisis del final de carrera. A esta no le podemos poner una edad concreta, porque cada uno acaba los estudios cuando quiere o cuando puede, pero arrasa con tu autoestima como un huracán tropical.

Cuando empiezas la universidad, crees que durará para siempre, que el final está muy lejos y que el tiempo pasa despacio, pero nada de eso es cierto. La universidad es una etapa muy intensa en la vida de toda persona, pero pasa tan rápido, que cuando quieres darte cuenta, estás en el escenario recogiendo tu banda y tu diploma. Cuatro años en los que vives tantas cosas, que olvidas un poco que después de eso, llega el mundo real. Te sientes como si te soltaran de repente frente a una jauría de lobos hambrientos, y el instinto de supervivencia es tan débil, que la situación te sobrepasa.

Es en ese momento, cuando te planteas tantas cosas, que tu mente colapsa. Te enfrentas a los comentarios del mundo frente a los tuyos propios. Tu voz interna se hace pequeñita y solo escuchas el ruido de opiniones que poco deberían importarte. ¿Qué puedo hacer? ¿De verdad me quiero dedicar a esto? ¿Dónde busco trabajo? Creías tenerlo claro y, de repente, ya no sabes nada. Te tienes que someter a la dura vida del graduado que como mucho puede aspirar a ser becario. En cada oferta de trabajo, aparece un sinfín de requisitos como tener un máster, hablar muchos idiomas, experiencia laboral. ¿Qué experiencia puedes tener si acabas de terminar? Salarios mal remunerados, contratos basura, infinidad de horas laborales por el mismo sueldo, horas extra, fines de semana… Todo cae como una bomba sobre el puesto de becario, que a pesar de estar bien cualificado, es el último en llegar.

chica con manta en la cabeza

Toda la confianza que tuviste los años previos al mundo laboral, se disipa como el vapor. No consigues ver el final del túnel porque, siendo sinceros, esta situación se puede extender hasta los 30 o más, depende de la cara dura que tenga cada empresa.

Puedes pensar que tú tienes la culpa de no encontrar un buen trabajo, pero no. La sociedad está dispuesta así, nunca es suficiente. Cada vez son más exigentes y cada vez nos lo ponen más difícil a los jóvenes que solo queremos una oportunidad. Cada vez más preparados, más títulos, más idiomas, pero menos valorados. Siempre más. Es completamente normal tener dudas, tener miedos. No pasa nada por darte cuenta de que quizás lo que has estudiado no es lo que te hace feliz. Muchas veces la vida nos lleva por caminos muy diversos, y damos tumbos hasta encontrar nuestro sitio.

No podemos deprimirnos por no ser como los demás o por no encontrar nuestro sitio al mismo tiempo que ellos. Cada persona requiere de un proceso, y solo sabrás lo que te hace feliz cuando te conozcas mejor a ti mismo. No te cierres puertas, al final siempre se llega al lugar en el que se debe estar. Por muy torcida que se ponga la situación, no renuncies a hacer lo que quieres hacer, no renuncies a tus sueños. Tu preparación y tu talento, tarde o temprano, encontrarán el lugar perfecto en el que ser valorados, y la crisis pasará. Todos la pasamos, solo tienes que seguir insistiendo y no tirar la toalla.