¿En qué momento me lancé yo a esto de la maternidad? Ya ni me acuerdo. Solo sé que un buen día decidí que necesitaba criar a un pequeño ser humano y que era el instante perfecto. Así, sin más, mi marido y yo asentimos y pocos meses más tarde mi cuerpo ya estaba generando vida a la velocidad del rayo.

Y con la maternidad llegaron cosas buenas, y otras no tanto. Un sentimiento de amor incondicional, el cúmulo de emociones al ver crecer a tu bebé, lo gratificante que es ver que no lo estás haciendo del todo mal… Y la falta total y absoluta de tiempo material para echar un polvo con tu marido.

Mis amigas dicen que ellas se organizan y que follan con sus parejas como lo hacían antes de ser madres. Yo de veras que no lo entiendo y no soy capaz de ver la luz. Nuestro bebé acaba de cumplir los 23 meses, vamos, que le faltan tan solo treinta días para los dos añitos, y apenas nos hemos dado un arrumaco en condiciones en todo este tiempo.

He llegado a pensar que mi marido me los ponía con otra (u otro, que nunca se sabe) porque alguna vez me he insinuado y su respuesta ha sido roncarme al oído. Pero no, en serio estoy cien por cien segura de que no tiene fuerzas ni para zumbarse a la Jolie, y eso que es la diva de sus sueños calientes.

Y en este plan me encuentro actualmente. Trabajando en una oficina terriblemente aburrida, criando a un tesorito que bien podríamos llamar ‘Monstruo de Tazmania’ y más caliente que la freidora de un McDonald’s. El escenario es, sin lugar a dudas, poco esperanzador cuanto menos.

El caso es que no hace muchos días mi querida little sister, osease esa veinteañera que cree tener la solución para todo, me llamó para preguntarme qué era de mi vida y de su sobrina. La puse al día y me sinceré vomitándole absolutamente todas las quejas que yo tenía contra esto de la maternidad. Ella parecía no escucharme, se mantenía en silencio absoluto mientras yo continuaba narrándole las peripecias que había probado para que mi chico volviese a hacerme casito. De pronto, respondió.

Pero vamos a ver, alma de cántaro, ¿tú te tocas el botón?‘ me contestó seria y algo brusca.

¿Cómo que si me toco? ¿si me masturbo?‘ dije avergonzada por haber mencionado la palabra mágica.

Sí petarda, que si te haces dedos, si te excitas a ti misma, si juegas con tu pepitilla… ¿sigo?‘ me espetó todavía más tajante.

Yo qué sé, alguna vez me he apuntado ahí abajo con el chorrete de la ducha y me ha dado gustito…

Podemos decir que mi hermana prácticamente me colgó el teléfono, no sin antes citarme aquella misma tarde en un café del barrio para darme un paquete sorpresa. Me mantuvo en vilo el resto del día, no os podéis imaginar lo loca que puede llegar a estar la buena de mi sister.

Pero la hora de nuestra cita llegó y yo me dirigí con puntualidad británica a la cafetería. Cargada con un millón de trastos y con la silla del bebé, mi querida hermana me vio entrar y ya realizó la típica mueca de ‘pero esta loca a dónde cree que va con tanta mochila‘.

Entonces, cuéntame ya mujer, me tienes en ascuas totalmente…‘ le dije todavía tomando asiento frente a aquella diminuta mesa.

Ella se giró y puso sobre la mesa un pequeño paquetito envuelto en un precioso y llamativo celofán rojo. Yo lo miré extrañada y rápidamente rasgué el envoltorio para descubrirlo: ¿una barra de labios?

Barra de labios

La miré patidifusa. Estaba bastante harta de sus indirectas sobre lo poco arreglada que suelo salir a la calle, y que me citara aquella tarde para darme un maldito rouge me ponía enferma. Entonces, para mi sorpresa, a ella le dio un ataque de risa.

No tienes ni idea de lo que es, ¿verdad?‘ dijo sacando de la caja el supuesto labial.

Con un arte y una destreza tremendos abrió la barra, giró levemente su base y acarició mi mano.

¡Ostias!‘ grité silenciando de golpe a todo el café.

Aquello era un vibrador, pero es que ¡de qué manera vibraba el cacharrito! Realizando apenas ruido y con una apariencia de barra de labios perfecta, se encontraba un juguete erótico precioso.

Comprendo por lo que estás pasando, y creo que este regalito te va a ayudar a tirar un poco para adelante. ¡Tócate y disfruta!‘ me pidió mi pequeña hermana sonriente mientras guardaba la barra de labios en mi bolso.

Desde aquel momento yo no podía dejar de pensar en la intensa vibración que había sentido en mi mano. Sin darme cuenta me había puesto como una moto solo de pensar en esa sensación sobre mi clítoris o dentro de mi vagina. Jamás había utilizado ningún juguete de ese tipo y necesitaba saber qué se sentía.

Por suerte para mi cuerpo, mi pequeña habichuela dormía plácidamente cuando llegamos a casa. Mi chico estaba todavía en el trabajo y el silencio y la paz inundaban las habitaciones. Me metí en mi habitación con el brillante labial escondido en mis manos. Me mantuve de pie un instante mientras sacaba el capuchón descubriendo una vez más el tacto suave de aquel juguete. Lo acaricié con las puntas de mis dedos y lentamente giré la base para ponerlo en marcha.

Un leve sonido y una vibración constante comenzaron. Me desabroché la blusa y poco a poco realicé un camino desde mi cuello hasta mi ombligo, primero con una mano y después con el labial. Regresé arriba para acariciar mis pezones y mis pechos. Me miraba en el espejo, seria y muy muy cachonda. Continuaba recorriendo mi cuerpo sintiendo el cosquilleo en cada poro de mi piel.

Entonces llegué a mi cadera, bajé la cremallera de mi pantalón y lo dejé caer. Introduje primero una mano en mis bragas buscando tímidamente mi clítoris, y cuando ya lo tuve localizado acerqué poco a poco el labial. Ese instante fue tan intenso y placentero que no encontraría las palabras perfectas para describirlo. Coloqué aquella pequeña barra cerca de aquel punto separándola y acercándola de nuevo lentamente. Yo guiaba la vibración para prolongar el placer al máximo.

Al cabo de unos segundos me tumbé sobre la cama sin dejar de mirarme en el espejo. Abrí mis piernas e introduje con cuidado la punta del labial en mi vagina, completamente mojada por lo cachonda que estaba ya entonces. Lo sacaba de nuevo y lo volvía a meter en mi cuerpo cada vez un poquito mas, haciendo que las vibraciones acariciaran mi interior rítmicamente. Con la otra mano buscaba de nuevo el clítoris, y volvía a visitarlo con toda la intensidad de aquella barra.

Antes de que me diera cuenta me vi a mi misma jadeando y gimiendo sobre la cama, con la blusa colgando sobre mis hombros y la cara completamente sonrojada. Estaba extasiada de todo el placer que aquel pequeño juguete me estaba dando, necesitaba correrme y descansar. Y con los dedos presionando entre mis labios vaginales y el labial encontrando una vez más mi vagina, terminé en un orgasmo bestial que me hizo empapar las sábanas.

Todavía exhausta y alucinada, miré fijamente mi nueva barra de labios con una sonrisa pícara.

Tú y yo, amiga, vamos a recorrer mucha vida juntas‘ pensé de pronto consciente de las muchísimas opciones que me presentaba un formato tan versátil.

Recogí la escena, limpié a mi nueva compañera con una toallita higiénica y la volví a guardar en mi bolso confirmando que pronto nos volveríamos a ver.

Desde entonces he sido capaz de dejar volar mis fantasías hasta el punto de desestresarme de una horrible reunión de curro masturbándome en los baños de la oficina, o invitando a mi chico a jugar conmigo recorriendo su pene con la suave punta juguetona de mi rojo de labios. Pocos saben que dentro de una pequeña barrita resplandeciente se encuentran horas y horas de placer, y eso me excita todavía más.

 

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Fotografía de portada