IR A COMPRARTE ROPA DESPUÉS DE SER MADRE, AUTOESTIMA DESTRUIDA EN 3, 2, 1

 

¡Por fin, una tarde para mí! El bebé ya se queda tranquilo en casa de la abuela, ya lo puedo dejar unas horitas sin que llore. Llevo una camiseta hecha polvo, unos vaqueros de antes del embarazo que ya no me sientan bien, las bragas más viejas que Matusalén… ¡A comprar ropa se ha dicho!

Y allá que me voy, directa al centro comercial, sin bebé llorando, sin bolsa de pañales, sólo yo, mi bolso y mis ganas de darlo todo en los probadores. ¿Cuándo fue la última vez? Ya ni me acuerdo…

Entro en la primera tienda, me doy una vuelta tranquilamente, me cargo de perchas y prendas. ¡Qué de cosas chulas he encontrado hoy! Me voy para el probador tan contenta… Y mi gozo en un pozo. Que resulta que el cuerpo me ha cambiado después del embarazo. Que la última vez que me probé ropa yo no tenía estas caderas, ni esta tripa blandengue. ¿Y por qué me sientan tan mal las camisetas? Ah, claro, que es que después de casi un año de dar teta, las bubis están aplastadas, y encima con el maldito sujetador de lactancia no hay escote que siente bien.

Pues nada, a por la siguiente tienda (con las manos vacías de bolsas, por desgracia).

Se repite la operación: brazos cargados de perchas, ilusión por lo despampanante que voy a ir, probador… Me cago en la leche. Que aquí tampoco. Y de lo poco que me queda bien, esto es muy estrecho para sacarme la teta, esta blusa es muy delicada para lavarla y voy a ir siempre llena de marcas de manitas grasientas… 

Venga, paciencia, probaremos con los complementos. ¡Ay, ilusa de mí! Estos tacones son muy altos para ir cargada con el crío, pendientes pa´qué si me los va a arrancar, este pintalabios me lo va a esparcir el bebé de un manotazo en cuanto me lo vea puesto, en este bolso enano no caben la merienda y las toallitas…

Pues hala, para casa otra vez, y en las bolsas, lo de siempre: camisetas holgadas, zapatos cómodos, bolso grande o directamente mochila. Yo que me las veía en plan Pretty Woman, y vuelvo prácticamente igual que como me fui, pero con la autoestima por los suelos.

Menos mal que esto dura poco y en algún momento volveré a ser yo, estupenda, divina de la muerte, conjuntada y a la última. O no, porque ahora ya todo me la suda bastante.

María DL