Hace años conocí a una chica con la que tenía muchas amigas en común. Nos caíamos bien pero, por cosas de la vida, no llegamos a ser tampoco grandes amigas entonces. Ella tenía mi edad (25 en aquel momento) y su novio tenía 14 años más. Me resultó curioso, pero no le di más importancia hasta que me dijo que saldrían a celebrar su décimo aniversario. Yo la felicité, pero entonces las matemáticas básicas se atravesaron en mi mente… Cuando empezaron a salir, ella tenía 15 y él estaba a punto de cumplir 30.

Os juro que hice lo posible para que mi gesto no se torciese, pero ella estaba más que acostumbrada a percibir esta incomodidad. Entonces empezó a soltar ese manido discurso de “yo era muy madura para mi edad y él supo esperarme”.

Con el tiempo nos hicimos más amigas, los años nos juntaron y, por circunstancias, se convirtió en alguien muy importante para mí. Mi relación con su novio se limitaba a saludarlo cordialmente pues, como sospechaba, no me caía muy bien. La trataba como a una niña pequeña, le ponía hora para llegar a casa (de forma encubierta, no tan evidente, pero lo hacía) y ella, sin darse cuenta, justificaba cada comportamiento como una adolescente pone excusas al llegar a casa.

Me ponía realmente nerviosa. Cuando se veían le metía mano de forma muy descarada y hacía que todos nos sintiéramos violentos. Ella parecía incómoda, pero “él era así”.

Con la confianza, ella me contó cómo se conocieron. Ella tenía 14 y se coló en una discoteca de tarde. Allí estaba él. Nunca se preguntó qué hacía un hombre de 29 años en una discoteca para adolescentes un domingo a las 7 de la tarde cuando la edad para entrar se supone que son los 16, pero todas sabíamos que la media de edad era mucho más baja.

Estuvieron liados varias semanas cuando él le dijo la edad que tenía en realidad y que no podrían seguir juntos. Entonces ella le pidió que no la dejase. Estuvo varias semanas yendo a la discoteca invitando a otras chavalas delante de ella cuando ella le dijo que le daba igual la edad y, para no perderlo, le dijo que estaba preparada para dar un paso más y ser pareja oficial.

Esperaron unos meses a que cumpliese los 15, les dijeron a los padres de ella que tenía 19 y cuando fue mayor de edad, confesó la edad real de su novio. El padre de ella casi lo mata, la madre no paraba de llorar y ella no entendió por qué.

Pero ahora, con perspectiva de adulta, llevaba tiempo planteándose el motivo real del inicio de su relación. La manipulación de él, cómo sutilmente la presionó dándole celos. Cuando cumplió los 30, tenían ya a su pequeña y salió a la palestra un caso de un hombre que solo salía con chicas de menos de 20. Ella lo comentó, como quien no quiere la cosa. Él, con total normalidad, comentó que lo que te da una mujer joven e inocente, no te lo da una adulta.

Un escalofrío recorrió su espalda…

Nos han vendido la historia de la inmadurez masculina como aliciente para salir con hombres más mayores, y no niego que haya mujeres a las que le gusten mayores, como decía Becky G, pero jamás está justificado que un hombre adulto salga con una menor. Por muy madura que sea, por mucho consentimiento que dé, es menor. Punto.

¿Qué puede ver una mujer de 30 en un chico de 15? Pues inmadurez, lo ve como un niño. Pero… ¿los hombres que salen con adolescentes? Inocencia, capacidad de manipulación, inexperiencia… Y ya veis cómo se está poniendo de moda ese rollo de buscar a una mujer sumisa, vulnerable y, sobre todo, con un body count bajo, es decir, a poder ser, vírgenes. Es la mismo de siempre, más cripy, pero con otras palabras que hacen que parezca una teoría filosófica desarrollada en algo que no sea pura misoginia.

El caso es que la niña de mi amiga ha cumplido 14, la edad con la que ella tuvo su primera relación íntima con su novio, el padre de su hija. La ve tan niña, tan inocente, tan vulnerable… Y se ve totalmente reflejada. No era más madura de lo que es hoy en día su hija. Esto hizo que empezase a replantearse toda su historia, pero entonces ocurrió algo y es que su hija organizó una fiesta de pijamas con sus mejores amigas por su cumpleaños.

Cuando su novio llegó de trabajar, las niñas ya estaban en pijama viendo una peli. Hacía años que no veía tanta luz en su mirada, hacía más de una década que no lo veía sonreír así, que no usaba ese tono dulce que la había camelado… Y todas sus alarmas sonaron a la vez. Se sentó junto a su hija y les pidió ver la peli con ellas.

Posiblemente les cortó el rollo, pero no se despegó de ellas hasta que cada una de esas niñas estuvo fuera del alcance de su novio.

Por supuesto, la llamó loca cuando ella le dijo lo que había visto y percibido. Él solo acertó a decir “no te parecía tan pederasta cuando te abrías de piernas para mí antes casi de que te viniera la regla, lo que tienes es miedo porque sabes que te haces vieja y tienes envidia”.

Se separaron ese mismo día. La niña no tenía muy buena relación con su padre y él nunca tuvo mayor intención de llevársela demasiado, por lo que ella se quedó relativamente tranquila.

Ahora, ella tiene 38 años, su ex 53 y su nueva novia cumple 19 en septiembre. Al menos es mayor de edad. Pero vamos, que una casualidad no parece.

 

 

Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.

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