Sé que lo que te voy a pedir es muy raro, pero quiero que durante diez segundos cierres los ojos y pienses en la palabra “Depresión”. Tranquila, te espero aquí. ¿Ya lo has hecho? Bien. ¿A que en tu cabeza, una persona deprimida está 24/7 lúgubre, apagada, aislada, triste? Es normal, no eres la única.

Las enfermedades mentales son las favoritas a la hora de crear estereotipos. “Una persona bipolar es alguien que cambia de humor cada cinco minutos”, “una persona deprimida es alguien que va llorando por las esquinas”, y demás. Y no es así.

Lo malo de pensar de esta manera, de dejarnos llevar por estereotipos bastante rancios, es que damos por sentado que si una persona no es de cierta manera, o está fingiendo o está exagerando. A nadie se le ocurre pensar que una persona graciosa y sociable por dentro está viviendo una batalla constante por buscar un motivo por el que despertarse a la mañana siguiente. A nadie se le ocurre pensar, que las enfermedades como la depresión, no tienen sólo una cara.

Cuando fui consciente de que tenía depresión y lo compartí con la gente que me rodeaba, la frase que más me hinché a escuchar fue “Pero si siempre estás feliz y de cachondeo, ¿cómo vas a estar deprimida?”. Era (y es) una de las frases que más duelen, porque llevan un doble sentido. Un “estás exagerando”, un “a lo mejor sólo estás triste y ya está”, un “es imposible”. Nadie se podía imaginar que la graciosilla del grupo, la que siempre llamaba la atención, soñaba con no despertarse una mañana. Porque eh, si haces bromas, es que estás feliz, ¿no? Si sonríes, no es para tanto, ¿no? Si no lloras por las esquinas pidiendo clemencia, será que, a lo mejor, estás exagerando un poco, ¿no?

Pues no.

¿Por qué esta obsesión con catalogar estas enfermedades? Con ponerles adjetivos, comportamientos, imágenes representativas. Cada depresión es un mundo, al igual que cada persona. Yo no estoy mejor que cualquier otra persona que padezca mi misma enfermedad porque yo sonría cuando salgo. Yo no estoy peor por llorar más en frente de la gente.

Dejemos de romantizar las enfermedades, dejemos de hacer como que sabemos más que los que la sufren.

Esta, entre otras muchas, es la cara de la depresión.