La gordofobia enmascarada

Doy por hecho que si estás leyendo este post sabes lo que es la gordofobia o al menos te suena a que tiene que ver con rechazar o discriminar a la gente por ser gorda. 

Por lo que he podido observar a lo largo de mi vida, la gordofobia tiene muchas caras, a veces se manifiesta sin malicia, otras de forma malintencionada y cruel; otras, se materializa de una forma tan sutil que, independientemente de las intenciones de la persona resulta mucho más frustrante porque, si no es algo que esté aceptado socialmente como agresión, ¿cómo lo combates? ¿Podemos recibir ataques gordófobos sin saberlo? Mi respuesta es sí.

A toro pasado las cosas se ven de otra manera. ¿No os pasa que os sueltan un comentario que os da cien patadas en los ovarios y en esos momentos reaccionas como puedes, pero al cabo de las horas se te ocurre la réplica del siglo?

Pues a partir de una historia así fui consciente por primera vez de esas sutilezas que te duelen y no sabes cómo encajarlo. 

Tenía veintidós años y estaba haciendo una de esas dietas restrictivas (bajo supervisión) que te hacen adelgazar bastante en poco tiempo. Había salido de fiesta con el que era mi novio y su grupo de amigos, y uno de los chicos me notó más delgada que de costumbre. Me hizo saber que le sorprendía verme tan delgada (por ahí ya mal) y a continuación me preguntó que cómo era eso. 

Hombre, lo normal era que le contestara lo que le contesté: dieta y algo de ejercicio, aunque bien podría haber sido a causa de una enfermedad o vete tú a saber. Al descartar, imagino, la enfermedad desprestigió mi dieta asegurando que aquello era “pan para hoy, hambre para mañana”, que me iba a quedar flácida y que esa piel quedaría así para siempre a no ser que me operase.

Algunas pensaréis que no debería darle importancia a semejante imbécil y esa fue mi primera reacción. Pero también podréis pensar que no se deben permitir esa clase de comentarios y, en general, que la gente se entrometa de esa manera en tu vida cuando ni siquiera tú lo has solicitado. De esto último me di cuenta más adelante, porque chica, como todas, me he tenido que deconstruir en muchos aspectos y hay cosas que no te las enseñan, sino que las aprendes con la experiencia. Por eso os cuento esto hoy, por si sirve de ayuda. Con mi yo de ahora podría topar que se iba a ir calentito para casa.

No importa si el tipo llevaba razón o no criticando mi dieta porque, incluso si así fuera, ese comentario estaba fuera de lugar, estaba atacando a mi corporalidad. Una vez más sentía que mi cuerpo no era válido, daba igual si adelgazaba porque seguiría estigmatizada de alguna manera: en lugar de por los kilos por la supuesta flacidez. Sentí como si por haber nacido gorda ya hubiera quedado marcada de por vida y que por mucho que pusiera remedio daría igual porque seguiría recibiendo ataques. De alguna manera, eso también es gordofobia. 

Del mismo modo, también me parece gordofobia enmascarada cuando alguien que te conoce con un aspecto… vamos a decirlo “más normativo” ve una foto tuya antigua y te dice el típico comentario de “¿Eres tú? No pareces la misma” con gesto de desaprobación, como diciendo “menos mal que ya no eres así”.

También me repatea esa gente que da por hecho que tienes que comer poco cuando vas a un restaurante o estás en algún evento social, porque claro, a ti te engorda todo y tienes que cuidar tu figura. ¿Acaso les pagas para que te haga de nutricionista? O cuando vas de compras y dan por hecho la talla que tienes. A mí siempre me ha pasado que he sido y soy muslona e incluso cuando estoy más delgada gasto una 38/40 de pantalón porque tengo las caderas anchas y además no soporto ir embotijada. Pues hay gente que si me ve con el abrigo puesto o una ropa más abultada da por hecho que ya tenga más talla, cuando por arriba rara vez supero la talla pequeña. ¿Por qué hay que cuestionar sobre las tallas ajenas? ¿Por qué hay que sorprenderse tanto y poner caras de incredulidad?

Por último, otra cosa que me saca de quicio y que, al menos yo, identifico como gordofobia velada, es comentar y poner en entredicho los complejos de la gente sobre su aspecto físico, especialmente sobre el peso. Esto ocurre también con personas delgadas, por supuesto, no digo que sea en exclusividad hacia las personas gordas, pero odio cuando ves a una persona gorda por la calle y alguien suelta el típico “¿No le da vergüenza ir así? ¿No tiene complejos?” Quizá los tenga por gente como tú, me entran ganas de decir. Quizá no se lo digas directamente, pero se nota cuando hablan de una por la calle y está feo.

Dejemos en paz a la gente con sus tallas, sus dietas, sus corporalidades y sus complejos, que me parece a mí que tanto juzgar lo ajeno viene de una insatisfacción no resuelta con lo propio. 

Y que cada palo aguante su vela. 

 

Ele Mandarina