Realmente no me acuerdo muy bien de cómo empezó todo. Fue muy rápido.

Creo que nací en una casa, no lo recuerdo muy bien porque no pasé mucho tiempo allí.

Una mano me cogió y me metió en una bolsa de plástico junto con mi hermana y mi madre.

Recuerdo un viaje en coche pero solo de ida.

La mano dejó la bolsa en el suelo con nosotros dentro y se fue en el coche.

Sí que me acuerdo del frío que hacía, del ruido de los coches, de la bolsa moviéndose por el aire y mi hermana y yo intentando cobijarnos en la tripa de mamá.

No sé cuánto tiempo pasamos allí pero mamá no se movía, no le quedaba más leche y mi hermana y yo nos acurrucamos para darnos calor.

No podíamos dormir allí del frío y del ruido que había pero tampoco podíamos movernos mucho, nuestras patitas no tenían fuerzas para hacerlo.

Escuché un coche que paraba y una voz. Otra mano apareció y nos cogió a mi hermana y a mi ¡nos metieron en una caja! Pero, ¿dónde estaba mamá? ¿Por qué no estaba en aquella caja con nosotros?

El coche paró, la caja se movía y nosotros estábamos asustados, hambrientos y muertos de frío. Yo no dejaba de llorar.

Un foco de luz impedía que viera la cara de la persona que me estaba tocando el lomo, las patas, la boca, los ojos… Me colocó en una báscula y me puso un líquido que olía fatal. Espero que fuera un remedio para parar los picores porque no podía dejar de rascarme. Por lo menos nos dieron algo de leche, estábamos hambrientos.

Esa noche nos quedamos allí, en ese sitio gris, con otros como nosotros. Todos estábamos en jaulas, desconcertados, temblando de miedo. No entendíamos nada y lo peor, no sabíamos qué iba a ser de nosotros. Por lo menos estaba con mi hermana, no quería separarme de ella y aún no sabía dónde estaba mamá.

Por la mañana vinieron a por nosotros, nos dieron más leche y me metieron en otra jaula diferente ¡pero mi hermana no estaba!.

Cuando me dejaron salir de la jaula aparecí en una casa. Se estaba calentito. Había dos humanas grandes y una humana algo más pequeña que me recordaba a mi hermana. Una de ellas me acarició. Recuerdo esa mano, fue la mano que nos recogió de la carretera aquella noche, la que nos habló con cariño y nos dio de comer.

Ya llevo 14 años con mi familia humana. Me llamo Siro y aunque mi historia no empezara bien, alguien me ayudó a cambiarla.

 

Iraide Rodríguez